1. Medianoche


    Fecha: 07/07/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... delicadamente. Lo dejé hacer, fingiendo que dormía, hasta que estampó un beso húmedo detrás de mi oreja, lo que me provocó un estremecimiento. Me volví de frente, tratando de frenar su acción, pero mis manos toparon con su macizo de carne detrás de ese calzón blanco que usaba. El, resuelto a no soltar a su presa se acercó más a mí y me pasó sus brazos por la espalda. Mis manos tantearon ese bulto enorme, caliente, completamente erecto, y mi corazón golpeaba ya el pecho en señal inequívoca de excitación. Mi verga, ya parada, se rozaba con la suya, arrancándome un gemido apagado de placer. Sus labios buscaron los míos en un beso suave, todavía tímido, y el vaho caliente de su aliento retumbó contra mi pecho. Su mano se posó sobre la mía, y la llevó directamente a su polla. Se había bajado el calzón y sus genitales asomaban ya libremente. Su glande estaba húmedo por el líquido preseminal. Olía a sexo, un aroma dulzón que me enervaba. Me sorprendió la elevada temperatura que encontré en sus testículos grandes y redondos, rodeados de un vallo púbico suave y sedoso, como de terciopelo. Estábamos los dos en una suave penumbra que proporcionaban las luminarias de la calle, proyectadas sobre las cortinas del amplio ventanal. Yo tenía una visión perfecta de su rostro y su torso, aunque todavía nos encontrábamos tapados a medias con las sábanas. Las hicimos a un lado, y sin decir palabra me indicó que le quitara el calzón. Se lo bajé lentamente mientras él me despojaba de la ...
    ... camiseta, y posteriormente me ayudó con el short y el slip que yo usaba. Nos quedamos desnudos en la cama, él acostado boca arriba, yo de costado. Su enorme falo sobresalía en la penumbra como un faro brillante, reflejando los rayos de luz que desde algún lugar caían sobre él. Sí, era enorme, como de unos 23 centímetros de largo y unos 6 de grueso, tan ancho que una sola de mis manos no podía apresarlo. Yo mostraba una verga de unos 16 centímetros, muy normal en comparación con esa mole descomunal que se cargaba. Y eso que era menos alto que yo, que sobresalía por unos cuatro o cinco dedos de su cabeza. Ese tamaño me tenía hechizado, me parecía irreal, y tuve que volver a palparlo para apreciar sus dimensiones. Subí y bajé la piel de su prepucio, intentando que cubriera el glande, pero fue imposible. Estaba hinchado a más no poder, y al contacto con la palma de mi mano parecía haber crecido más. Me tomó de los hombros y jaló mi cabeza hacia abajo, en dirección de su pene, que quedó colocado al nivel de mis labios. Entendí lo que quería y rocé con mi boca esa cabeza enorme, pulida, echando sobre ella mi aliento. Con la punta de mi lengua acaricié ese orificio coronado por el líquido preseminal: Se sentía algo salado, y emanaba un suave aroma. Me tomó de la cabeza y dirigió su flecha hacia mi boca. Lo admití y escuché ese aaahhh que se prolongó varios segundos, mientras yo movía su miembro de un lado al otro, como si saboreara una paleta de dulce. En el paroxismo del placer sus manos ...