1. Medianoche


    Fecha: 07/07/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... redondas pelotas rozaban mi piel. Apenas lo podía creer. 6 centímetros de grosor y 23 de largo estaban dentro de mí. Unos segundos después empezó a culearme, moviéndose con un mete saca rítmico casi tan puntual como un reloj suizo. Apenas se interrumpía para soltar una apagada exhalación de placer. Una de sus manos se introdujo por debajo para acariciar mi verga firme, que se estremecía mientras él introducía la suya. Durante unos momentos estuvo pajeandome mientras intentaba no perder el ritmo de lo que hacía. Yo estaba ya viendo estrellas mientras mi aliento escapaba en sucesivas oleadas de gemidos y suspiros, ora pujando, ora exhalando mientras él bombeaba mi culo y acariciaba mis bolas y mi verga. Era otro, trastornado por una noche de placer que no había soñado. Tal vez el sí, y por eso había despertado en la madrugada buscando mi cuerpo. Me dio duro hasta que me acostumbré a su metisaca rítmico, y entonces, cuando ya creí que había probado todo de él, echó su cuerpo atrás y sacó su verga, tan sólo para volverla a clavar de una sola embestida, provocando un grito apagado que solté, en una nueva oleada de placer que me inundaba de manera salvaje. Se clavó hasta el fondo, sosteniéndose ahí por unos segundos, aplastando sus ingles contra mis nalgas, tocando todas mis partes internas. Yo sentía el palpitar de su verga porque había apretado mi culo fuertemente, tan sólo para ...
    ... sentir el grosor de su pedazo de humanidad perforando mi ser. Y otra vez las estrellas, y otra vez el mete y saca, mete y saca, mete y saca, hasta que noté que sus movimientos se hacían más frenéticos, sus movimientos más violentos, menos rítmicos, y advertí que había llegado a su clímax. Contuvo el aliento por unos segundos y después exhaló un aaaahhhh tembloroso pero potente, mientras derramaba su masculinidad dentro de mí con espasmos tan claros que sentía estremecer su falo después de arrojar cada chorro. Por seis o siete veces lo sentí venirse, y al final se derrumbó sobre mí, ahogando en mi espalda sus gemidos de placer, mientras yo me derretía con su vaho caliente. No soporté más, y me vine copiosamente sobre la palma de mi mano, en un intento de no manchar las sábanas blancas de la cama ajena donde Mario y yo habíamos descubierto que el sexo entre hombres puede ser placentero. Duramos unos minutos recobrando el aliento, y poco después me levanté para buscar en mi maleta un pañuelo para limpiar mi culo, y después su falo ya adormecido. Dormimos unas dos horas desnudos, abrazados, y muy temprano nos fuimos a bañar para gozar nuevamente de un día de playa en Acapulco, entre los juegos y risas de nuestros amigos que jamás sospecharon lo que pasaba en nuestro cuarto. La siguiente noche nos esperaba otra medianoche de pasión, pero ya no empezamos a que llegara la madrugada. 
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