1. EL DILEMA DEL MILITAR (la conciencia)


    Fecha: 10/07/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Un guapo soldado se ve involucrado en juego sexual, con su primito, un niño, casi su hermano. Qué pasará? ESTE ES MI PRIMER RELATO. Espero les guste y lo comenten estaré pendiente. EL DILEMA DE UN MILITAR. (la conciencia) Narrado por Alejandro, El militar de 21 años: Yo no sé cómo vive gente en este agite de ciudad, tuve que subir, a pie, los doce pisos del edificio porque el ascensor estaba dañado. Claro, ese esfuerzo es, para mí, irrelevante porque me mantengo en forma por el deporte y estoy acostumbrado al fuerte ejercicio diario en el cuartel donde presto el servicio militar. Subí saltando, de dos en dos, los escalones, cargando con mi pesado morral sobre la espalda. Cuando llegué, los músculos de mis piernas, duras y ágiles, apenas comenzaban a tonificarse, las sentí tensas. En menos de dos minutos, y mi corazón apenas se aceleró. En todo caso realicé tres respiraciones profundas para normalizar las palpitaciones. Al llegar al descanso del piso doce me asomé a la terraza y contemplé, desde arriba, la agitada vida de esta ciudad. Había caído una lluviecita y las calles eran un caos, pero le había tomado afecto a esa ciudad que en algunos aspectos es apabullante, sobre todo para mí que provengo de un pueblito del interior. Miré hacia el este y, detrás del nudo de edificios de concreto, de calles y autopistas, vislumbré la mole alta y gris de la Torre Coltejer, imponiéndose sobre la ciudad. Recordé momentos de mi vida que fueron dichosos, que sucedieron, cuando viví, unos ...
    ... meses, en esos lugares donde me encontraba. Cuando yo tenía dieciséis años mi padre me envió a casa de su hermana, porque una noviecita que tuve en mi pueblo decía que estaba embarazada de mí. Yo sabía que el hijo no era mío y estaba muy tranquilo. En todo caso, aproveché para vivir unos meses en la capital. La noche estaba húmeda y hacía algo de frío. Respiré profundamente y disfruté el aroma tan característico de la ciudad. Esperé hasta que los latidos de mi corazón de normalizaron. Toqué el timbre, mi primo Rafa abrió la puerta. Lo reconocí al instante, aunque había crecido muchísimo desde la última vez que lo vi cuando tenía como 3 o 4 años, hacía ya tiempo, cuando era casi un bebé. Ahora llevaba el cabello muy corto, de color cobrizo, con las raíces muy rubias. Me miraba con sus ágiles ojos negros. No parecía recordarme. -¿No me reconoces? Soy yo, Alejandro –le dije. Yo me alegraba mucho de verlo tan crecido y vivaz, y él, cuando al fin me reconoció, se emocionó visiblemente. Abrió los brazos, y yo también los míos, para abrazarnos. Salió enseguida corriendo a avisarle a su madre de mi llegada. Entré y cerré la puerta. Habían cambiado el color de las paredes del apartamento, ahora eran azul marino y ese color le daba un toque más moderno, algunos muebles más o un nuevo objeto en la decoración, pero era el mismo que yo recordaba. Me quité el pesado morral y lo puse sobre el sofá. -Alejandro, ¿eres tú? –Exclamó mi tía, viniendo a saludarme –, bienvenido, pero, ¿qué haces ...
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