1. La reeducación de Areana (24)


    Fecha: 28/07/2018, Categorías: Dominación Lesbianas Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... de pie contra la pared y le dijo: -Vuelva adentro, Kauffman y recuerde que la espero en la sala de profesores. -Sí, señora… -murmuró la esclavita y Godínez sintió que hasta la voz de la niña le resultaba excitante, por su tono de sometimiento. “Satanás la hizo perfecta para su misión en La Tierra”, se dijo. Le fue difícil esperar a que llegara, por fin, la hora en que Areana debía presentarse en la sala de profesores. Tuvo que ir varias veces al baño para refrescarse la cara e incluso hasta pensó en masturbarse en la intimidad de uno de los gabinetes con inodoro, pero desechó la idea a fin de conservar toda su calentura para cuando tuviera a la niña a su disposición. Cuando oyó llamar a la puerta saltó de la silla como eyectada, se aclaró la garganta y dijo tratando de que su voz sonara lo más firme posible: -¡Adelante! –y Areana entró. -Cierre con llave, Kauffman, como siempre. -Sí, señora… -contestó la esclavita y obedeció la orden para después permanecer inmóvil, mirando al piso y con las manos atrás. La profesora había decidido azotarla con la regla de madera, pero además darle una buena dosis de chirlos, de manera que colocó a un costado de la mesa una silla, se sentó y dijo luego: -Venga, Kauffman. –y Areana avanzó temblorosa sin alzar la cabeza. Estaba excitada; esa mujer la excitaba mucho con su trato dominante y se encontró deseando que la tomara sexualmente. Sin embargo, ella le pertenecía a la señora Amalia y sólo podía estar con otras mujeres si su Ama la ...
    ... entregaba o le daba su autorización, pero ¿cómo pedir esa autorización si la señora Godínez decidiera cogerla? ¿Debía negarse, resistirse? La orden la sorprendió en medio de tales pensamientos: -Echesé boca abajo sobre mis rodillas, Kauffman. -Sí… sí, señora… -dijo la esclavita con una voz que la emoción había reducido a un mínimo audible. La Godínez pudo controlar con esfuerzo el estremecimiento que la agitó al sentir sobre sus muslos el cuerpo de la niña, ese cuerpo que ella ansiaba con desesperación y cada vez más intensamente. Sus manos temblaban cuando fue subiéndole la falda hasta la cintura y después, al deslizar la bombacha hasta los tobillos, para lo cual tuvo que casi pegar su rostro a esas nalguitas perfectas, redondas y fimes al tacto, tal como pudo comprobar al deslizar una mano por ellas. Areana respiraba fuerte por la boca y de pronto no pudo contener un gemido. La mano descendía lentamente por uno de sus muslos encendiéndola de deseo, pero a la vez su conciencia de esclava propiedad del Ama Amalia le reclamaba oponerse, resistirse. Sabía que no tenía derecho a entregarse a otra mujer sin el permiso de su Ama y vaciló cuando oyó la pregunta de la Godínez: -¿Le gusta, Kauffman? –formulada con voz algo enronquecida. -Contestá, putita. –le exigió la profesora tuteándola por primera vez. -Por favor, señora… Por favor, no… Al escuchar tal súplica la Godínez dijo, presa del asombro y el disgusto: -¡¿No?!... ¡¿Qué estás diciendo, degenerada?! ¡¿Te paj… te masturbaste en plena ...