1. El reencuentro - 2ª parte


    Fecha: 07/08/2018, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    Daniel se había inclinado sobre Sandra, besándola, y ella le había abierto de nuevo, gustosa, su boca. Las lenguas se unieron, acariciándose mutuamente. Luego ella mordió el labio inferior de su hermano, con la misma furia que antes le mordiera la lengua, de modo que sus dientes rasgaron la labial piel, hundiéndose mínimamente en la carne del labio, haciendo que sangrara. Como Daniel antes pensara, ella le quería, le amaba, casi, casi, como antes lo hiciera… O, tal vez la mitad, porque la otra mitad de su amor, de su cariño de mujer y de hermana a la vez, se había trocado en odio. De manera que los sentimientos que para entonces abrigaba hacia Daniel eran una mezcla de amo y odio, siendo pues entonces sus deseos hacerle feliz a él al tiempo que también quería verle sufrir. Pero también quería ella misma ser feliz, dichosa con él, a la vez que, al mismo tiempo, deseaba hacerse daño a sí misma en castigo por quererle, amarle, todavía Las manos de Daniel bajaron, de la nuca y cabeza de ella, donde habían ido a parar cuando se inclinó esta otra vez sobre ella, al busto femenino, buscando los senos que encontró y acarició por encima de la blusa que los guardaba. Al momento, los dedos de las masculinas manos empezaron, una vez más y como antes, a desabotonar los botones que guardaban el acceso a los odres de vino y miel que eran aquellos níveos, gloriosos, pechos, pura ambrosía, puro manjar de dioses del Olimpo… Los botones quedaron libres, de arriba abajo y la blusa, ...
    ... abierta de par en par por la subsiguiente acción de las manos de Daniel, casi temblorosas de emoción. Ante él quedó el sujetador que antes ya contemplara y tras ese sujetador los senos que antes también viera y acariciara al bajar aquellas copas. Volvió a bajarlas y a acariciar esos mismos senos que le estaban volviendo loco como diez años atrás lo hicieran. Pero ahora, sus manos se perdieron hacia atrás de Sandra, hasta su espalda, buscando las presillas que sujetaban el sostén a su cuerpo. Las desabrochó y el sujetador quedó inerte, colgado de los hombros por los tirantes. De nuevo fue Sandra quien se deshizo del sujetador, quedando aquellas dos frutas maduras por entero a su alcance. Las besó, las lamió, las chupó… Y también lamió y chupó los pezones, oscuros, duros como piedras, erguidos… Sandra entonces le volvió a abrir la camisa, para acariciar el pecho de Daniel; para besarlo, para lamerlo, para chupar y mordisquear, sin viso de violencia ahora, las tetillas de él. Buscó el cinturón del pantalón masculino y lo desabrochó, como también la cremallera a continuación. Luego subiéndose la falda bien alta, hasta la cintura, se bajó las bragas, sacándoselas por los pies y tirándolas al suelo. Seguidamente dijo ¡Ven Daniel… Él entonces rompió el contacto con sus senos y, alzando la cabeza la miró con unos ojos en los que había bastante más arrobamiento que ninguna otra cosa. La besó de nuevo en los labios, pero sin mezcla alguna de erotismo, menos sexualidad, sino que, única, ...
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