La penitencia
Fecha: 29/10/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: fernandete, Fuente: CuentoRelatos
... paredes vaginales. Di lo mejor de mí en esa cabalgata, en cada sentón, en cada arremetida de mis caderas sobre su palo. Mis pechos eran devorados por el padre como bebé hambriento, como si tuviera una sed insaciable de beber de ellos. -"Que rica verga tiene padre Ricardo” -le dije con voz agitada. -“Calla hija, vienes aquí a cumplir un castigo, ¡no a disfrutar!” -me dijo medio ofendido. Ansiaba probar sus carnosos labios e intenté besarlo un par de veces más él se negó argumentando: -"Eres una sucia pecadora, no a tratar de corromperme”. Ese cura sí que era todo un caso. No entendí cuál era el problema de besarnos si bien que me tenía ya con toda su carne dentro. Aunque me extrañó esa actitud suya, la verdad es que aumentaba mi deseo por él, dejaba algo prohibido, algo intocable. En fin, el caso es que continué cabalgando su fierro por un par de minutos más y me llegó otro orgasmo intenso acompañado de convulsiones violentas. Descansé un momento sobre el pecho Ricardo, sintiendo mi vagina aun invadida pues no se había salido su tiesa vara. Cuando él vio que mis fuerzas regresaron me llevó hasta una de las bancas de madera donde se sientan los fieles durante la misa y me colocó a lo largo apoyada sobre rodillas y antebrazos (posición de perrito) de modo que mi trasero quedó justo a la orilla de la banca. Presuroso se acomodó detrás de mí, abrió un poco su hábito para sacar su gorda polla, la enfiló hacia mi coñito y bruscamente la empujó sin reparos hasta que sus bolas ...
... chocaron en mis nalgas. Yo me aferraba a la banca con fuerza pues sus embestidas se tornaron bruscas y poderosas, cada choque de su pelvis con mis cachetes generaba un golpe sonoro que retumbaba en aquel silencioso templo. Ese padre me estaba dando una follada de campeonato, yo me sentía literalmente en la gloria jejeje. -“¡Ahora verás el castigo que te espera por pecadora!” -expresó eufóricamente. -“¡Toma esto!” -gritó al tiempo que sentí un azote en mis nalgas con lo que me pareció algún tipo de cuerda. Efectivamente, el sacerdote me estaba flagelando con el cordón que llevaba amarrado a la cintura, lo hacía con saña a manera de escarmiento. Sin duda a cada cordonazo que me propinaba sentía cierto grado de dolor, pero mis gustos por los coitos violentos convertían cada latigazo suyo en una ola de sensaciones deliciosas que solo alimentaban más mi libido. -“¡Si padre Ricardo, castígueme! He sido una ramera sucia, ¡azóteme más fuerte por el amor de Dios!” -le grité entre gemidos. El cura al oírme no dudó en seguir ajusticiándome con su soga sobre mis nalgas, mi espalda, mis muslos. Las estocadas a mi coño se tornaron más veloces y noté sus resoplidos anunciando su inminente corrida. De un movimiento súbito se salió de mí, me tomó del cabello, colocó su verga sobre mi cara y se comenzó a correr. -“Yoooo… te absuelvo... de tus hmmm… pe... cados… en el nommmbre… del Padre…” -pronunciaba mientras vaciaba su espesa leche sobre mi rostro. Chorros cayeron sobre mi cabello, frente, ...