El desafío: ¿Qué hacer cuando te desafían a coger?
Fecha: 15/11/2018,
Categorías:
Primera Vez
Voyerismo
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
... apenas terminamos de rodar la última escena, el grito de: ¡Corte a comer!; pareciera que hubiese sido: ¡Corte a coger!; por lo menos para los protagonistas. Julio Gandía, el bien parecido actor de telenovela, junto a su compañera de trabajo y joven actriz, entraron tomados de la mano al hotel que estaba justo frente a la calle donde habíamos filmado. “Qué conveniente”, pensó más de uno (yo incluido). No pasó mucho para que, desde una de las ventanas del primer piso, se alcanzaran a escuchar los gemidos de Jimena. Y es que ella, de por sí, era bien sexosa. Esa fama la tenía bien ganada en el CCH gracias a su promiscuidad. ¡Carajo...! Estaba que hervía de rabia. El muy cabrón e hijo de puta actor se la estaba almorzando, ¿y yo...? Yo que le había abierto el camino, nada. Eso sí, un tipo, sólo por el hecho de ser guapillo y famoso, ya se la comía sin empacho. Y es que... la mera verdad, no era justo. Eso pensaba mientras yo recogía cables y ella... sí, ella recibía “cable”. Jimena, la muy... sí la muy puta; porque sólo así podría calificarla. Ella sólo gemía demostrando, con plena claridad, que estaba siendo penetrada por el actor. Maldito actor de mierda, pensé, mientras los otros reían de aquello. Pero, días más tarde, platiqué abiertamente con ella. —...es justo, ¿o no? Yo sólo te pido eso. No es nada del otro mundo. Además te prometo que lo pasaremos bien. La muy taimada no me contestó, permaneció en silencio, como pensativa, así que continué: —Anda, total no es algo que ...
... no hagas con esos actores a quienes te has cogido. Oír eso parece que le prendió. —Ah, ¿así que te crees que yo me ando cogiendo a cualquiera, así como así? —me dijo, en un tono poco amistoso. —Pues... —dije, mientras pensaba cómo darle vuelta al asunto. —Mira, vamos a hacer esto. Te propongo un desafío y si lo cumples, pues... —Jimena dijo con voz más sosegada. —A ver, a ver ¿cómo?—respondí, verdaderamente intrigado. —Sí, mira, ¿conoces a la Chapis, la Lore, la Pao y la Chío? —Sí, claro —respondí, recordando a aquellas que siempre andaban juntas. —Pues es fácil. ¡Cógetelas! Te reto a que me demuestres que eres tan bueno en el sexo que logras que aquellas mamoncitas te abran las piernas. “Ah cabrón”, pensé en aquel momento. “’Ora sí que me salió más cabrona que bonita”. ¿Y para qué quería que me las cogiera? —A ver, ¿cómo? —Sí. Va a ser un juego. Tú te las coges y... Me pareció tan cachonda aquella propuesta que acepté, aunque aquellas eran de las más modositas de la escuela. Siempre bien portadas y cumplidas, niñas de casa podría decirse. No sabía cómo lograría convencerlas, sin embargo, me lancé en su busca aún trayendo las palabras de Jimena en la cabeza: “Enamóralas, hazlas creer, a cada una, que son la mujer de tu vida y date el gusto de un buen acostón”, aquello parecía un buen consejo, por lo menos eso creí. Fue así que, cuando las vi sentadas juntas, en una de las jardineras de cemento del CCH, caminé hacia ellas. Decidí dirigirme a la más callada. —Hola, disculpa, ...