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Pecado santo
Fecha: 15/10/2017, Categorías: Hetero Sexo con Maduras Autor: Gabriel H, Fuente: CuentoRelatos
... confiada en el padre. Vicenzo tomo uno de los pies de Marissa, y beso su planta. Chupo suavemente uno de los dedos del aquellos pies, de uñas pintadas de color negro. El cuarto olía al perfume de la mujer, el padre continuo besando sus piernas, luego se detuvo y se recostó encima de Marissa que lo acogió con las piernas abiertas esperando ser penetrada. Vicenzo acomodo la pija en la entrada de la vagina y comenzó a perforarla suavemente. —Ahhh Marissa emitió un leve quejido, mientras Vicenzo la besaba en la boca con su lengua cubierta de saliva caliente. El hombre continuo con sus besos por todo el cuello de la bella mujer y bajo hasta sus pechos mordisqueando los pezones y succionándolos. —Que hermosa mujer eres hija mía. —Uff auhhgggg! Ella trataba de no gemir, reprimiendo el placer que la invadía, a pesar de no sentir atracción por aquel hombre a quien veía como un ser superior y un representante de dios, su salvador. El hombre estaba en estado de excitación absoluta mientras seguía dando golpes de cadera cada vez más intensos entre las piernas abiertas de Marisa, penetrándola profundamente. Cada vez aumentaba más la velocidad en la que el hombre entraba y ...
... salía del interior de Marissa. —Ahhh!, ahh! Marissa estaba siendo cogida con furia y sus gemidos iban en aumento. El padre Vicenzo había abandonado la suavidad del principio por una penetración mecánica y violenta. Su lengua recorría el suave rostro de la joven dejando saliva por doquier, mientras la cama comenzaba a emitir un chirrido por el movimiento. —Por favor… Ohhh! Ooh! Nooo noo! Vicenzo ignoro las quejas de Marissa y siguió taladrándola con furia, hasta que rápidamente y sin previo aviso retiro su pene del interior de la mujer para masturbarse por unos segundos y terminar por eyacular tres chorros de semen caliente sobre su abdomen. Después de eso, el hombre excedido de peso se tumbó a un costado de la cama completamente agotado. Marissa no había disfrutado esa situación tan violenta, al menos no como ella esperaba, pero sabía que había cumplido con dios. Se recostó dándole la espalda al padre Vicenzo, con sus piernas juntas, mirando hacia la puerta. El hombre le manoseaba el culo mientras miraba hacia el techo tratando de recuperar el aliento después del sexo. Marissa jamás le conto a nadie aquella experiencia y es hasta el día de hoy su mayor secreto.