Hamam. Halid y el niñato imberbe
Fecha: 30/12/2018,
Categorías:
Gays
Autor: xavi19, Fuente: RelatosEróticos
No era la primera vez que iba al gimnasio. Acabo de cumplir dieciocho pero, desde los dieciséis, me gusta intentar mantenerme en forma, aunque tan solo sea para definir un poco mi cuerpo, delgado pero marcado. Un amigo me recomendó el gimnasio de mi barrio (un hamam destinado también a los muchos árabes que viven cerca) y que resulta ser también algo así como "gay-friendly", sin tener ninguna bandera gay en la entrada. Lo bueno que tiene es que, si eres menor de 25, te hacen un descuento flipante, aunque ahora comprendo por qué... Cuando llegué por primera vez, me costó hacerme a la idea. Kamal, un moro fornido de unos treinta y pocos, me recibió con una sonrisa y me indicó (como era mi primera vez) lo que podía hacer en la sala. Recuerdo que me preguntó primero si tenía 18, lo que me molestó un poco, pero es cierto que al no tener aún casi barba en mi cara algo angelical, de pelo rubio y ojos verdes, más bien parezco un chico guiri de 16 años. Kamal me indicó el camino. Cuando entré en la sala de deporte, apenas había gente. Tan solo un grupo de chicos árabes, cada cual más mazado que el otro, charlaban alrededor de la zona de pesas y, cuando me vieron entrar, el que parecía más mayor, un moreno con barba, alto y ancho, dijo algo en árabe que no comprendí y sus amigos se troncharon de risa. Al principio me sentía un poco incómodo, durante la hora y media que estuve allí, no pararon de mirarme y de partirse de risa, lo que me hacía pensar que algo hacía mal durante los ...
... ejercicios. A veces, uno de los árabes se paseaba cerca de mí, ante la atenta mirada de sus compañeros, y se manoseaba el paquete, un enorme bulto que se marcaba en sus pantalones de chandal. Me fui al vestuario, al no aguantar más aquel espectáculo. Allí, estaba solo, así que aproveché para darme una ducha tranquilamente, sin preocuparme por si había alguien mirando. Al poco rato, oí cómo el grupo de árabes (eran cuatro) entraban entre risotadas en el vestuario. Decidí esperar bajo la ducha hasta que se fueran, pero evidentemente todos fueron a ducharse. Uno de ellos entró, sin querer, en mi cabina y antes de pedir disculpas con un acento muy marcado, sentí cómo se quedó observando el culito que me estaba enjabonando en ese momento. Oí cómo todos sus amigos se reían. Me sentía algo humillado. Todos salieron de las duchas y yo esperé un minuto más antes de salir. Cuando lo hice, estaban vistiéndose y la mayoría llevaban ya el vaquero puesto. Dos de ellos, los más jóvenes (25 y 26), tenían un torso con algo de vello desde el ombligo hasta el pubis, y algo en el pecho. Otro, de unos treinta, tenía el pelo más espeso. El último, de unos 35, era el más ancho de todos, y tan solo lo pude ver de espaldas. Al no llevar aún calzoncillos, pude ver un culo moreno, con algo de vello saliendo entre las nalgas. Su espalda y sus brazos tenían un color tostado, eran inmensos y se movían mientras gesticulaba, hablando en árabe, y tocándose de vez en cuando sus huevos, que se le veían incluso de ...