Ahora me toca a mí
Fecha: 20/10/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Lo que aquí voy a escribir no es algo de lo que pudiera enorgullecerme, pero al fin y al cabo es una historia que quiero contarles. Vamos por los generales: soy un hombre de 42 años, de cuerpo normal para mis 1.78 de estatura, moreno claro, no bonito de cara, pero tampoco ara dar asco. Y mi historia da comienzo con mi primer viaje a Cuba. Allí conocí a Glenda, una jovencita de escasos 18 años, pero toda una maestra en el arte de amar. Por ella conocí, a mis 36 años, lo que es el sexo anal, pues pareciendo que mi verga de 8 pulgadas no le satisfacieran por su vagina a la tercer noche de tener relaciones, solita se acomodó de modo que mi estaca le entrara por el culo. Y esa fue mi perdición. Volví a viajar a Cuba por lo menos cuatro veces al año, tan solo con la ilusión de cogerme a Glenda. La cual tiene un hermano, Simón, un mulato inmenso, de pasados el 1.90, cuerpo muy bien moldeado por el trabajo rudo que el barbón Castro obliga a sus gobernados. Para ello, debo aclararles que estoy casado desde los 32 años con Sandra, una mujer de cuerpo bellísimo una cara muy linda y bastante caliente a la hora de tragarse la verga. En mi último viaje a La Habana, hace cuatro años, Simón me pidió que la Universidad para la que trabajo, lo solicitara para estudiar y enseñar al mismo tiempo en la facultad de Medicina. Tengo amistades en la rectoría, por lo que mi petición fue atendida y a los cuatro meses Simón ya estaba en México. Para no hacerla muy cansada les diré que lo llevé a mi casa ...
... para evitarle gastar dinero que le era escaso y en agradecimiento porque en mis viajes a Cuba, yo me cogía a su hermana. Pero, ése fue mi error. Nunca recapacité que era llevar droga a la casa de un adicto. Y así fue. Más tardé en presentar a Simón con mi esposa que en notar yo la cara de satisfacción de Sandra. Lo condujimos hasta la habitación al fondo del patio, que sería su alojamiento. Allí se quedó Simón y yo volví con Sandra a la casa. Más tardamos en entrar a la recámara, que Sandra en casi arrancarme la ropa hasta quedar ambos desnudos y ella dándome unas mamadas de verga como pocas veces lo había hecho, pues a ella lo que más le gusta es que yo me acueste boca arriba y ella ensartarse en el falo y así, montar, montar y montar, hasta tener tantos orgasmos como los que sea capaz en cada ocasión. Esta vez no fue la excepción, me tiró a la alfombra y se encaramó en mi estaca, dura como un fierro y así cabalgó encima de mi durante más de media hora. Sudorosa y jadeante, se bajó y puso en posición "de perrito" para que la penetrara por detrás. Un rato después, los dos descansábamos tirados en la cama hasta que el hambre nos hizo despertar. Por la noche, mientras Sandra servía la cena para los tres, comprobé lo que había notado horas antes: Simón se le había antojado a Sandra. Su mirada, su sudoración y ciertos temblores en sus manos la delataban. Terminamos de cenar y nos fuimos a la sala a escuchar música y platicar. Solo le faltaba a Sandra gritar: "Ya, cógeme, Simón". ...