La Oscura Medina
Fecha: 24/01/2019,
Categorías:
Gays
Autor: abi3, Fuente: SexoSinTabues
... me había cazado. Era un hombre que aparentaba ser bastante más mayor de lo que en realidad era. Cogió mi mochila, abrió el maletero de su pequeño Peugeot, y lo colocó con cierta delicadeza en el interior de su destartalado vehículo. Observé que en otros taxis los clientes subían delante, por lo que hice lo propio con la intención de mantener una conversación con el chófer a lo que él accedió gustosamente. —Quisiera ir al Riad Nordine. —¡Oh sí! Es un buen Riad, cerca de la plaza, muy bonito. ¿Cómo se llama usted? —preguntó. —Carlos, ¿y usted? —Ahmed, soy de Ourzazate, pero vivo aquí toda la vida. ¿Viaja sólo? ¿Ha dejado su mujer en España? —No, siempre viajo solo, y no tengo pareja. Me miró fijamente mientras se acariciaba sutilmente la entrepierna y me hacía una especie de sonrisa, o por lo menos eso quería imaginar yo. —¿No está casado? Yo estoy casado hace casi treinta años y tengo cuatro hijos, todos hombres. Me lo dijo, visiblemente orgulloso de haber creado una familia y poder darles de comer. Entonces calculé que habiéndose casado joven, lo habitual en esas latitudes, debía de tener unos pocos años más que yo, cuarenta y tantos, aunque aparentaba estar a punto de jubilarse. Y prosiguió con su particular interrogatorio. —¿Y por qué no se casa? —Me gusta estar sólo y conocer gente de todo el mundo, y que disfruten conmigo… Ahora es cuando le miré yo y deseé que entendiera mi indirecta. Me parece, que mucho antes ya se había dado cuenta de mis intenciones. —¿Quiere que ...
... le enseñe el palmeral? Hay más de doscientas mil palmeras. Ahora habrá poca gente que pueda molestarnos, y estará más tranquilo… —Claro, me gustaría mucho ir allí. Volvió a acariciarse la entrepierna, y cuando vio que le miraba fijamente, se levantó la camisa que llevaba sobre el pantalón, asió mi mano izquierda y la puso sobre su muslo derecho. En otro contexto hubiera supuesto que llevaba un arma blanca o similar, pero en esta ocasión pude palpar su miembro erecto como una piedra. No se adivinaba muy grande, pero era tan compacto, que se me hacía muy apetecible. Entonces debió notar que mi excitación ganaba enteros y aceleró su pequeño taxi en busca de la complicidad de unas palmeras, a las que deseaba ver más que nunca. Tras dejar el casco urbano unos kilómetros atrás, nos desviamos por un camino de tierra que estaba situado a la derecha de la carretera principal. Tras varios cientos de metros, y tras rebasar tres humildes casas ubicadas en el margen izquierdo, y alrededor de las cuales jugaban una docena de chiquillos de no más de once años; llegamos al final del camino, lugar en el que daba comienzo un inacabable palmeral de altísimas y finas palmeras, entre las cuales se podía circular ya que en suelo era duro y tenía pocos obstáculos. Una vez, en el interior de aquel idílico paraje, Ahmed buscó el lugar idóneo para que me deleitase probando el producto autóctono que había bajo su cintura. Aminoró la velocidad, se le notaba inequívocamente excitado, miraba en todas ...