La Oscura Medina
Fecha: 24/01/2019,
Categorías:
Gays
Autor: abi3, Fuente: SexoSinTabues
... —Gracias, Amina, lo tendré en cuenta. Ahora voy a descansar un poco del viaje y a darme una ducha. El cuerpo me agradeció la ducha. Había tragado mucho polvo en el palmeral. Y lo que no es polvo. Pero algo me quedó claro, en la plaza y en la Medina podría salir de caza esa misma noche. Lo prohibido me solía parecer lo más sugerente. Me eché una buena siesta. Eran las ocho y veinte de la tarde, acababa de oscurecer y el muecín llamaba a la oración. En mi caso me llamaba para cenar. Salí del Riad y a medida que me acercaba a la plaza, oía el inconfundible sonido de ese lugar emblemático, ya olía la fritanga de los múltiples puestos que ocupaban el centro de la plaza. Contadores de cuentos, dentistas, vendedores de naranjas, acróbatas, encantadores de serpientes, puestos de comidas típicas, y sobre todo, muchos turistas y muchos chicos jóvenes deambulando por el lugar. Estaba hambriento. Lo único que había comido desde el desayuno era la polla del taxista, que en su momento me satisfizo, pero que horas después había perdido sus propiedades nutritivas. Así, que me dirigí a un puesto de comidas, desde el cual podía pasar revista a todo el personal que por allí pasaba mientras degustaba un suculento tajine de pollo. Era increíble. A medida que se acercaba la medianoche, los turistas se iban yendo a sus hoteles, y se veía más claramente las intenciones de los paseantes. Turistas solitarios como yo; chicos jóvenes y atléticos que caminaban junto a ellos cruzando miradas cómplices y ...
... algunas palabras solícitas. Incluso pude ver, como alrededor de un cuentacuentos, y mezclados entre un grupo de varias decenas de personas, uno de los chicos se puso detrás de un hombre mayor y comenzó a restregarle los genitales por detrás, lo cual pareció agradarle a éste, y a mí me puso como un potro desbocado. Decidí participar en el cortejo. Le pedí la cuenta al dueño del puesto de comidas, y tras abonarle el importe, acompañado de su merecida propina, me levanté, y me dirigí a los grupos de personas que rodeaban a los cuentacuentos, alrededor de los cuales, rondaban todos los chicos. Enseguida aprecié la salvaje belleza de aquellos jóvenes. Se notaba que no eran precisamente lo mejor de cada familia, algunos tenían heridas de alguna pelea, a otros se les apreciaba una tez extremadamente bronceada y no cuidada que denotaban una juventud dura e ingrata. Pero a todos ellos se les disculpaban esos pequeños defectos, ya que la mayoría hacían gala de un físico esbelto, unas piernas fuertes y musculadas, unos brazos que al mínimo movimiento dejaban ver unos bíceps en su plenitud acabados con unas manos grandes y fuertes, y sobre todo, se apreciaba que tras sus pantalones vaqueros habían miembros vigorosos llenos de amor y dispuestos para arrasar con lo que se les pusiera por delante. Tras unos minutos imaginando lo que me podía deparar esa noche, vi un rostro conocido. Intenté acercarme para hacer memoria y cuando estuve cerca, me acordé. Era Rachid. —Hola, soy Carlos. ¿Hablas ...