1. Historia del chip (041): La vuelta a casa (Kim 016)


    Fecha: 27/01/2019, Categorías: Grandes Series, Dominación Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... esperaba que el dolor desapareciera. Por lo menos, su intensidad devastadora. Y se recordó a si misma lo guapa que era, lo atractiva que resultaba, irresistible. Su sonrisa debía reflejar esos pensamientos. Y las pinzas, meros instrumentos de conexión con su amante. No importaba que no estuviera físicamente con ella. Las pinzas eran el recordatorio de que pertenecía a otra persona. Se evaluó con amabilidad y crítica. El cuerpo rezumaba sexo, suplicaba sexo. Como su amante desearía. Quería con todas sus fuerzas tocarse, acariciar los pechos, pellizcarse con suavidad los pezones. Se recordó que eso era exactamente lo que Roger quería que sintiese. Cuando se reuniesen sería una hembra en celo: necesitada, hambrienta... y sumisa. La ducha le vino bien para calmar los ánimos y aclarar las ideas. Hizo sus estiramientos y desayunó como siempre, de pie, todavía desnuda, exhibiendo su cuerpo a un amante imaginario sentado en la mesa. Picoteó un poco de fruta, usando los labios, rezumando sensualidad. Se imaginaba arrebatadora, ofreciendo más después de una noche de gozo. Fregado los pocos utensilios sucios y con la cocina recogida, buscó el móvil. Miró los mensajes. Hoy le tocaba un vestido de lino. Gris. Era elegante por fuera, su parte interior estaba sin tratar y le amargaría la existencia. Sin más preámbulos se lo colocó por arriba. No lo recordaba tan corto. Dos tercios de los muslos quedaban al descubierto. El único lugar dónde parecía ajustado era en la cintura y eso gracias a ...
    ... un cinturón rojo que daba alegría al conjunto. Anudó la parte de arriba tal y como se le indicaba. El trozo superior dejaba desnuda la espalda hasta el cinturón del talle, apenas cubría los laterales de los pechos. Con la disposición de la única sujeción anudada al cuello, bastaba que se inclinase treinta grados para mostrar los senos sin cortapisas. Debería andar bien erguida. Otro efecto era la necesidad de llevar el tejido pegado al cuerpo, lo que implicaba roces con los pezones, incomodidad en las mamas y agitación para sus muslos cada vez que daba un paso. Maldijo el momento en que se agachó para ponerse unos tacones rojos, a juego con el cinturón. El vestido se alejó del pecho y al volver el leve roce de la textura enardeció a los pezones. Los pechos frenaron el recorrido y notó como se excitaban con el mero contacto. Follaría con un lagarto, se dijo a sí misma, si me dieran permiso. Pero no se cambiaría por otra mujer. Adoraba a Roger a pesar de la frustración. No pensaba defraudarlo por nada del mundo. Se pintó los labios con un tono rojo sugerente acorde al resto del conjunto. Un último vistazo antes de salir: se vio espléndida. Recordaba con añoranza los días en Córcega, casi había olvidado los malos momentos. Entonces recibía orgasmos. Roger parecía feliz. Ahora apenas lo veía, aunque su espíritu dominaba todo lo que hacía o experimentaba. Bajó por las escaleras, como tenía ordenado. Olvidó su peculiar top y los pechos se alejaron del lino. Rectificó con rapidez y ...
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