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Historia del chip (041): La vuelta a casa (Kim 016)
Fecha: 27/01/2019, Categorías: Grandes Series, Dominación Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
... Animales llenos de lujuria. Roger no le perdonaría que la dejase insatisfecha. En Córcega le hubiera molestado que cualquiera de sus amigos se fuera sin haber depositado su esperma en su culo. No podía olvidar que tenía órdenes explícitas. —Podríamos estar juntas esta noche. Fueron... órdenes de Roger. No quiero defraudarle... ni a ti—. ¿Qué más podía decir? Kim tenía la voz entrecortada. Lin se encogió de hombros. Volvió a sonreír. —Tienes razón. No es tan importante. Basta de lamentaciones. Volvió la mirada a su ordenador. Con el rabillo del ojo vio como una teta desnuda asomaba mientras Kim se levantaba. No se podía tener todo. Vivir el momento también era importante. Entonces, Lin pensó en algo. —Espera— le espetó a Kim, que se giró, ofreciendo un nuevo espectáculo. La puerta ya estaba abierta y fue consciente de que se había dado la vuelta demasiado rápido. No sabía cuáles eran las intenciones del diseñador de su vestido, pero era hombre. Podía jurarlo. Y apreciar el control indirecto de Roger a eones de distancia. Quién sabe dónde. —Tengo una idea. Ven conmigo. Lin no pudo evitar levantarle el vestido y agarrarle el culo al salir al pasillo. Por suerte no venía nadie. O por desgracia, según el punto de vista. Caminaron deprisa hasta el ascensor. Los cortos pasos de una compensaban el traqueteo de los tacones de la otra. Bajaron a la planta menos dos. Lin abrió con una llave una estancia fría. Encendió una luz a la izquierda y Kim pudo contemplar un montón de ...
... ordenadores, cables, luces y dispositivos que no supo identificar. La habitación estaba helada. —Es la sala de servidores. Tengo que bajar de cuando en cuando a reiniciar un ordenador o hacer una copia de seguridad. La temperatura siempre está por debajo de cinco grados— explicó ufana. No hacía falta que lo jurase. Kim sintió el cuerpo congelado. Supo que los pezones endurecidos trataban de romper la tela. Se divirtió pensando cuánto tiempo le iba a durar el conjunto si seguía así. Lin confundió la sonrisa con el deseo de Kim por estar con ella, la ansiedad también podía con ella. —¿Que haces todavía con el vestido puesto?— le espetó dándole prisa. Observó que un siempre tirón en el nudo del cuello bastaba para descubrir los pechos. Sólo el cinturón sostenía ya el vestido. Llevó las manos a la hebilla. —Manos en el cuello. Cierra los ojos. Ya termino yo— mientras retiraba el complemento rojo. Con el trapito ya a los pies contempló a su esclava oficinista con ojos relucientes y de completa admiración, sabedora de que no sería descubierta. No la tocó. Entonces sus propios pantalones le resultaron molestos, al igual que las bragas. Se las quitó. —Pon las manos detrás de la espalda y empieza a trabajar entre mis piernas. Kim cumplió las órdenes y entonces cayó en la cuenta. ¿No debía llevar la pinza en el clítoris? Comprendió su error. El bolso estaba en su despacho. Dos errores, seguro que diría la terapeuta. No debía haberse quitado el vestido sin la seguridad de llevar sus artefactos ...