El estigma (2)
Fecha: 19/02/2019,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... ¿Quieres que te diga lo que entonces pensé de vosotras…de las dos?... Porque aún lo recuerdo, claro como el agua clara… Elena esbozó una sonrisa de conejo, aunque más cuadraría decir de coneja, pero bueno, dejémoslo así y que las “femi” no me ahorquen demasiado Vaya; veo que tienes una cierta idea de lo entonces sucedido, pero no muy clara… No; Ana y yo no nos morreamos aquel día… Bueno, aquella tarde-noche; sólo procedimos a una cosa… Pasar ti venida, enterita, de la boca de Ana a lamía propia… Y acto seguido salí del cine, como quien huye de la muerte, rumbo a casa…a mi cuarto… Ana calló otro segundo, coscándose del interés que, el giro de la conversación estaba haciendo en su hermano Víctor, que entonces la miraba sin pestañear, totalmente intrigado en lo que Elena le decía… Y Elena, en nada, siguió su perorata… Allí, en mi cuarto de casa, pasé tu esperma de mi boca a un tubo de cristal, esterilizado, y al día siguiente me fui, con tu esperma, a una clínica de “fertilización un vitro”; me sacaron unos cuantos óvulos que fueron fertilizando allí, en la clónica, con tu esperma… Luego, durante ese tiempo que aún medió hasta que, al final te marchaste…nos dejaste…me dejaste, me fueron implantando en mis entrañas, esos óvulos fecundaos con tu esperma… Costaba mucho que arraigaran, que esos proyectos de vida humana, se agarraran a la vida… Quisieran, de verdad, vivir, pues casi todos acababan por deshacerse… Pero ocurrió que uno, al final agarró, se aferró a la vida… Y salió ...
... adelante, hasta yo alumbrarla… Eso, el parto de mi hija, sucedió hace cinco años… Elena calló y Víctor quedó serio, en silencio y con la mirada perdida en un punto del horizonte que, diríase, sólo él veía. El rostro inexpresivo, sin sombra de disgusto pero tampoco de agrado, aunque traslucía perfectamente el estado de emoción y, sobre todo, de tensión que a su alma entonces atenazaba. Elena, al tiempo que conducía, lanzaba miradas a su hermano casi a hurtadillas. En esas miradas se reflejaba la emoción y tensión que entonces la embargaba: Estaba casi aterrorizada ante las consecuencias que su acción unilateral podía acarrearle para con su amado hermano, pues le daba pánico la posibilidad de que él reaccionara ante eso no ya de manera simplemente negativa, sino de puro rechazo ante esa paternidad obligada y tramada a traición. Entonces estaba segura de haberse equivocado, y quizás definitivamente. Sí, eso era muy fuerte para decirlo así, casi de sopetón; seguramente si hubiera sabido ser más sensata… Pero… ¿Cuándo en su vida había sido ella sensata?... Y así quedó, como reo que espera el fallo definitivo que decidirá su vida o su muerte. Al fin, Víctor abrió la boca, habló, aunque sin mirar a su hermana, con la vista prendida o perdida en ese punto ignoto del horizonte que parecía conocer sólo él Así que tengo una hija desconocida… Que soy el padre de tu hija, que ella es mi hija…. Víctor hablaba sin inflexión alguna en la voz, como si narrara un aburrido texto… Y Elena estaba ...