Familia violada
Fecha: 21/02/2019,
Categorías:
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
Marisa está sentada en una silla, con las manos atadas al respaldo. Unos hombres encapuchados habían entrado a la noche. Todavía no sabía cómo lo habían hecho, no había escuchado el ruido de la puerta siendo forzada, y ella siempre fue de tener el sueño ligero y se despertaba por cualquier sonido. Tres hombres habían entrado a su cuarto, y uno de ellos le tapó la boca, haciendo que se despierte por la presión repentina que sentía en su rostro. Le pidieron plata. Ella les señaló enseguida el lugar donde tenían guardado lo que su familia gastaría a lo largo del mes. Pero se sorprendió al notar que los delincuentes confiaban en su palabra y no buscaran en cada rincón de la casa. Lo que hicieron en cambio, fue agarrarla con brusquedad del brazo, y sacarla, semidesnuda, de la cama. Llegando a la planta baja, en el comedor, pudo ver que su hija Brenda estaba sujetada, con las manos atrás, como si estuviese esposada, por otro hombre encapuchado. En total eran cuatro. La hicieron sentarse en la silla del comedor, y le ataron las manos. — ¿Qué quieren? — preguntó Marisa. El hombre que la había sacado de su cama, se acercó a ella, e inclinándose a su misma altura, con la cara muy cerca de la suya, le dijo: — A ustedes, las queremos a ustedes. Marisa empalideció, y tembló de miedo. Pero aún en esa situación tan dramática, pudo comprender a los delincuentes. Ella tenía cuarenta años, muy bien llevados, y estando sólo en ropa interior, inmovilizada, completamente a merced de sus ...
... captores, debería representar una imagen sumamente atractiva para los encapuchados. — Voy a hacer lo que me digan, pero no lastimen a la nena, por favor. — suplicó Marisa. “Ojalá estuviera Alberto acá, pensó”, recordando a su marido, a quien esa noche le tocaba trabajar en el turno nocturno, pero enseguida desechó la idea. “¿qué hubiese hecho ese cornudo inútil en una situación como esta? Sólo empeoraría las cosas, seguramente haría algo que pusiera violentos a los delincuentes”. Su marido, desde hace años sólo le causaba insatisfacciones, ni si quiera en la cama podía complacerla ya, cosa que la obligaba a buscar otros machos que le quitaran la calentura. A veces lo odiaba, y en ese momento lo detestó más que nunca. — Si tu nena no se resiste, ni grita, y hace todo lo que le pedimos, no las vamos a lastimar. — le prometió el encapuchado que parecía ser el líder. La “nena” tenía veinte años, y a diferencia de su madre, que dormía semidesnuda, fue sacada de la cama con un camisón rosa, con dibujos de corazones de un rosa más fuerte. Era tan linda como lo fue Marisa hace veinte años, y sería tan hermosa como lo era su madre a los cuarenta. A diferencia de su progenitora, que tenía caderas anchas y piel morena, ella era de cuerpo esbelto y de piel clara como la de su padre Alberto, tenía unos ojos celestes risueños, cualquiera la podría confundir con un ángel, pero a su corta edad era toda una diabla en la cama, y hacía pasar por un infierno a todos los hombres que cometían el error de ...