1. Dos Errores


    Fecha: 01/03/2019, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Era yo muy joven y estaba recién casada. Por eso cometí los dos errores que cambiaron mi vida.Mi esposo era muy devoto y obedecía ciegamente a su "guía espiritual" Por esa razón nuestra vida sexual estaba limitada a la procreación y de ninguna manera al placer de la carne. No me lo dijo, pero conociéndolo supongo que si sentía algún placer, corría a decírselo a su confesor, para que lo ayudara a vencer la tentación. Por mi parte, me sentía frustrada y, sin decírselo por supuesto, masturbaba con frecuencia para aliviar mis ardores.Teníamos ya siete meses de casados, cuando se nos presentó la oportunidad de adquirir una casa muy buena a muy buen precio, pero no teníamos suficiente dinero. Mi esposo pidió un día de permiso para hacer los trámites de préstamo hipotecario en un banco, pero no fue suficiente tiempo, así que me tocó ir a terminarlos. Sabíamos que no iba a ser fácil, pues nuestras finanzas estaban bastante estrechas, por lo cual debía hablar con el gerente general, un Sr. Torres, recién enviado a nuestro pueblo y que ya se había creado una mala fama de riguroso. Sin embargo sentíamos que podía convencerlo con buenos argumentos que teníamos a nuestro favor.Esa mañana, mi esposo amaneció excitado y copulamos tan rápidamente que solo me dejó inquieta. Me bañé y tomé el camión al centro del pueblo, éstos tienen los asientos de madera, vivimos en tierra caliente y no son muy nuevos, por lo que la vibración que producen, contribuyó a incrementar mi desasosiego. Cuando ...
    ... llegué al banco estaba sofocada, tanto así que una de las secretarias me preguntó si quería refrescarme y me indicó el baño de la gerencia. Entré y me eché un poco de agua en la cara secándome con una toalla de papel, aproveche para orinar, pero la causa de mis acaloramientos continuaba y cometí mi primer error, empecé a masturbarme en un lugar prácticamente público.De pronto se abrió la puerta y nada menos que el Sr. Torres se me quedó viendo sorprendido. El terror me paralizó, lo cual dio tiempo al Sr. Torres para contemplarme a sus anchas, mi vestido levantado, mis pantaletas en los tobillos y mi mano sobre mi concha. No sé cuanto tiempo transcurrió, probablemente solo unos segundos, pero me pareció una eternidad, reaccioné y sacando mi dedo de mi concha bajé mi falda y, mientras subía mis calzones el Sr. Torres, secamente, dijo: "La espero en mi oficina Sra. Pérez" Temblando y casi llorando, me arreglé la ropa y con paso inseguro me dirigí a mi destino.Apenas entré empecé a balbucear: "Sr. Torres, y-yo…" Él levantó la mano haciéndome callar "Señora, nada que me diga puede cambiar lo que atestigüé, es usted una cualquiera y como se imaginará su perfil como sujeto de crédito se ha pulverizado." Me eché a llorar inmediatamente, no solo por perder el crédito, sino por mi reputación, que quedaría peor que mi perfil crediticio en cuanto el Sr. Pérez le comentara a una sola persona lo que había visto. Además el mojigato de mi esposo seguramente que me repudiaría, con el beneplácito ...
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