LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ
Fecha: 07/03/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Sexo Duro
Voyerismo
Autor: reininblack, Fuente: xHamster
... obscenas caricias que se permitía,Verbone se dispuso con redoblado afán a posesionarse de la persona de su sobrina. Susnerviosos dedos apresaban va el hermoso satín de sus muslos. Otro empujón firme, y noobstante que Montse Fernández sequía cerrándolos firmemente en defensa de su sexo, la lasciva manoalcanzó los rosados labios del mismo, y los dedos temblorosos separaron la cerrada yhúmeda hendidura, fortificación que defendía su recato.Hasta ese momento Ambrosio no había sido más que un callado observador delexcitante conflicto. Pero no llegar a este punto se adelantó también, y pasando su poderosobrazo izquierdo en torno a la esbelta cintura de la muchacha, encerró en su derecha las dospequeñas manos de ella, las que, así sujetas, la dejaban fácilmente a merced de las lascivascaricias de su pariente.—Por caridad —suplico ella, jadeante por sus esfuerzos—. ¡Soltadme! ¡Esdemasiado horrible! ¡Es monstruoso! ¿Cómo podéis ser tan crueles? ¡Estoy perdida!—En modo alguno estás perdida linda sobrina —replicó el tío—. Sólo despierta a losplaceres que Venus reserva para sus devotos, y cuyo amor guarda para aquellos que tienenla valentía de disfrutadlos mientras les es posible hacerlo.—He sido espantosamente engañada —gritó Montse Fernández, poco convencida por estaingeniosa explicación—. Lo veo todo claramente. ¡Qué vergüenza! No puedo permitíroslo.no puedo! ¡Oh, no de ninguna manera! ¡Madre santa! ¡Soltadne, tío! ¡Oh! ¡Oh!—Estate tranquila, Montse Fernández, Tienes que someterte. ...
... Sí no me lo permites de otra manera,lo tomaré por la fuerza. Así que abre estas lindas piernas; déjame sentir el exquisitocalorcito de estos suaves y lascivos muslos; permíteme que ponga mí mano sobre este 40 de 107divino vientre... ¡Estate quieta, loquita! Al fin eres mía. ¡Oh, cuánto he esperado esto,Montse Fernández!Sin embargo, Montse Fernández ofrecía todavía cierta resistencia, que sólo servía para excitartodavía más el anormal apetito de su asaltante, mientras Ambrosio la seguía sujetandofirmemente.—¡Oh, qué hermosas nalgas! —exclamó Verbouc, mientras deslizaba sus intrusasmanos por los aterciopelados muslos de la pobre Montse Fernández, y acariciaba los redondos mofletesde sus posaderas—. ¡Ah, qué glorioso coño! Ahora es todo para mí, y será debidamentefestejado en el momento oportuno.—¡Soltadme! —gritaba Montse Fernández—. ;Oh. oh!Estas últimas exclamaciones surgieron de la garganta de la atormentada muchachamientras entre los dos hombres se la forzaba a ponerla de espaldas sobre un sofá próximo.Cuando cayó sobre él se vio obligada a recostarse, por obra del forzudo Ambrosio,mientras el señor Verbouc, que había levantado los vestidos de ella para poner aldescubierto sus piernas enfundadas en medias de seda, y las formas exquisitas de susobrina, se hacía para atrás por un momento para disfrutar la indecente exhibición queMontse Fernández se veía forzada a hacer.—Tío ¿estáis loco? -gritó Montse Fernández una vez más, mientras que con sus temblorosasextremidades luchaba ...