1. LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ


    Fecha: 07/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Sexo Duro Voyerismo Autor: reininblack, Fuente: xHamster

    ... boca y su garganta fueron inundadas con chorros de semen.La pequeña glotona los bebió por completo. Y lo mismo habría hecho con los de unadocena, si hubiera tenido oportunidad para ello. 58 de 107Capitulo VIIIMONTSE FERNÁNDEZ SEGUIA PROPORCIONANDOME EL MAS delicioso de los alimentos.Sus juveniles miembros nunca echaron de menos las sangrías carmesí provocadas por mispiquetes, los que, muy a pesar mío, me veía obligada a dar para obtener mi sustento.Determiné, por consiguiente, continuar con ella, no obstante que, a decir verdad, suconducta en los últimos tiempos había devenido discutible y ligeramente irregular.Una cosa manifiestamente cierta era que había perdido todo sentido de la delicadezay del recato propio de una doncella, y vivía sólo para dar satisfacción a sus deleitessexuales.Pronto pudo verse que la jovencita no había desperdiciado ninguna de lasinstrucciones que se le dieron sobre la parte que tenía que desempeñar en la conspiraciónurdida. Ahora me propongo relatar en qué forma desempeñó su papel.No tardó mucho en encontrarse Montse Fernández en la mansión del se-flor Delmont, y tal vez porazar, o quizás más bien porque así lo había preparado aquel respetable ciudadano, a solascon él.El señor Delmont advirtió su oportunidad y cual inteligente general, se dispuso alasalto. Se encontró con que su linda compañera, o estaba en el limbo en cuanto a susintenciones, o estaba bien dispuesta a alentarías.El señor Delmont había ya colocado sus brazos en torno a la cintura ...
    ... de Montse Fernández y, comopor accidente la suave mano derecha de ésta comprimía ya bajo su nerviosa palma elvaronil miembro de él.Lo que Montse Fernández podía palpar puso de manifiesto la violencia de su emoción. Unespasmo recorrió el duro objeto de referencia a todo lo largo, y Montse Fernández no dejó deexperimentar otro similar de placer sensual.El enamorado señor Delmont la atrajo suavemente necia sí, y abrazó su cuerpocomplaciente. Rápidamente estampó un cálido beso en su mejilla y le susurró palabrashalagüe.as para apartar su atención de sus maniobras. Intentó algo más: frotó la mano deMontse Fernández sobre el duro objeto, lo que le permitió a la jovencita advertir que h excitación podríaser demasiado rápida.Montse Fernández se atuvo estrictamente a su papel en todo momento: era una muchacha inocentey recatada.El señor Delmont, alentado por la falta de resistencia de parte de su joven amiga, diootros pasos todavía más decididos. Su inquieta mano vagó por entre los ligeros vestidos deMontse Fernández, y acarició sus complacientes pantorrillas. Luego, de repente, al tiempo que besabacon verdadera pasión sus rojos labios, pasó sus temblorosos dedos por debajo para tentarsu rollizo muslo.Montse Fernández lo rechazó. En cualquier otro momento se hubiera acostado sobre sus espaldasy le hubiera permitido hacer lo peor, pero recordaba la lección, y desempeñó su papelperfectamente. 59 de 107—¡Oh, qué atrevimiento el de usted! —gritó la jovencita—. ¡Qué groserías son éstas!¡No ...
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