1. LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ


    Fecha: 07/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Sexo Duro Voyerismo Autor: reininblack, Fuente: xHamster

    ... alcanzarlo.—¿Por qué, también —siguió diciendo— un hombre de constitución vigorosa ycapaz de proporcionar satisfacción a una mujer adulta prefiere una criatura de apenascatorce años? Contestó: porque el deleite lo encuentra en lo anormal de la situación, queproporciona placer a su imaginación, y constituye una exacta adaptación a lascircunstancias de que hablaba. En efecto, lo que trabaja es, desde luego, la imaginación. Laley de los contrastes opera lo mismo en este caso como en todos los demás.La simple diferencia de sexos no le basta al sibarita; le es necesario añadir otroscontrastes especiales para perfeccionar la idea que ha concebido. Las variantes soninfinitas, pero todas están regidas por la misma norma; los hombres altos prefieren lasmujeres pequeñas; los bien parecidos, las mujeres feas; los fuertes seleccionan a lasmujeres tiernas y endebles, y éstas, a la inversa, anhelan compañeros robustos y vigorosos.Los dardos de Cupido llevan la incompatibilidad en sus puntas, y su plumaje es el de lasmás increíbles incongruencias.Nadie, salvo los a****les inferiores, los verdaderos brutos, se entregan a la cópulaindiscriminada con el sexo opuesto, e incluso éstos manifiestan a veces preferencias ydeseos tan irregulares como los de los hombres. ¿Quién no ha visto el comportamientofuera de lo común de una pareja de perros callejeros, o no se ha reído de los apuros de lavieja vaca que, llevada al mercado con su rebaño, desahoga sus instintos sexualesmontándose sobre el ...
    ... lomo de su vecina más próxima? 68 de 107—De esta manera contesto a tus preguntas —terminó diciendo— y explico tuspreferencias por tu sobrina, tu dulce pero prohibida compañera de juegos, cuyas deliciosaspiernas estoy acariciando en estos momentos.Cuando el padre Ambrosio hubo concluido su disertación, dirigió una fugaz mirada ala linda muchacha, cosa que bastó para hacer que su gran arma adquiriera sus mayoresdimensiones.—Ven, mi fruto prohibido —dijo él—. Déjame que te joda; déjame disfrutar de tupersona a plena satisfacción. Ese es mi mayor placer, mi éxtasis, mi delirante disfrute. Teinundaré de semen, te poseeré a pesar de los dictados de la sociedad. Eres mía ¡ven!Montse Fernández echó una mirada al enrojecido y rígido miembro de su confesor, y pudoobservar la mirada de él fija en su cuerpo juvenil. Sabedora de sus intenciones, se dispuso adarles satisfacción.Como ya su majestuoso pene había entrado con frecuencia en su cuerpo en toda suextensión, el dolor de la distensión había ya cedido su lugar al placer, y su juvenil yelástica carne se abrió para recibir aquella gigantesca columna con dificultad apenaslimitada a tener que efectuar la introducción cautelosamente.El buen hombre se detuvo por unos momentos a contemplar el buen prospecto quetenía ante sí; luego, adelantándose, separó los rojos labios de la vulva de Montse Fernández, y metióentre ellos la lisa bellota que coronaba su gran arma. Montse Fernández la recibió con unestremecimiento de emoción.Ambrosio siguió ...
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