LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ
Fecha: 07/03/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Sexo Duro
Voyerismo
Autor: reininblack, Fuente: xHamster
... penetrando hasta que, tras de unas cuantas embestidas furiosas,hundió toda la longitud del miembro en el estrecho cuerpo juvenil que lo recibió hasta lostestículos.Siguieron una serie de embestidas, de vigorosas contorsiones de parte de uno, y desollozos espasmódicos y gritos ahogados de la otra. Si el placer del hombre pío era intenso,el de su joven compañera de juego era por igual inefable, y el duro miembro estaba ya bienlubricado como consecuencia de las anteriores descargas. Dejando escapar un quejido deintensa emoción logró una vez más la satisfacción de su apetito, y Montse Fernández sintió los chorrosde semen abrasándole violentamente las entrañas.—¡Ah, cómo me habéis inundado los dos! —dijo Montse Fernández. Y mientras hablaba podíaobservarse un abundante escurrimiento que, procedente de la conjunción de los muslos,corría por sus piernas basta llegar al suelo.Antes de que ninguno de los dos pudiera contestar a la observación, llegó a latranquila alcoba un griterío procedente del exterior. que acabó por atraer la atención detodos los presentes, no obstante que cada vez se debilitaba mas.Llegando a este momento debo poner a mis lectores en antecedentes de una o doscosas que hasta ahora, dadas mis dificultades de desplazamiento, no consideré del casomencionar. El hecho es que las pulgas, aunque miembros ágiles de la sociedad, no puedenllegar a todas partes de inmediato, aunque pueden superar esta desventaja con el desplieguede una rara agilidad, no común en otros ...
... insectos. 69 de 107Debería haber explicado, como cualquier novelista, aunque tal vez con másveracidad, que la tía de Montse Fernández, la señora Verbouc, que ya presenté a mis lectoressomeramente en el capítulo inicial de mi historia, ocupaba una habitación en una de lasalas de la casa, donde, al igual que la señora Delmont, pasaba la mayor parte del tiempoentregada a quehaceres devotos, y totalmente despreocupada de los asuntos mundanos, yaque acostumbraba dejar en manos de su sobrina el manejo de los asuntos domésticos de lacasa.El señor Verbouc había ya alcanzado el estado de indiferencia ante los requiebros desu cara mitad, y rara vez visitaba su alcoba, o perturbaba su descanso con objeto deejercitar sus derechos maritales.La señora Verbouc, sin embargo, era todavía joven —treinta y dos primaveras habíantranscurrido sobre su devota y piadosa cabeza— era hermosa, y había aportado a su esposouna considerable fortuna.No obstante sus píos sentimientos, la señora Verbouc apetecía a veces el consuelomás terrenal de los brazos de su esposo. y saboreaba con verdadero deleite el ejercicio desus derechos en las ocasionales visitas que él hacía a su recámara.En esta ocasión la señora Verbouc se había retirado a la temprana hora en queacostumbraba hacerlo, y la presente disgresión se hace indispensable para poder explicar loque sigue. Dejemos a esta amable señora entregada a los deberes de la toilette, que nisiquiera una pulga osa profanar, y hablemos de otro y no menos importante ...