LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ
Fecha: 07/03/2019,
Categorías:
Sexo en Grupo
Sexo Duro
Voyerismo
Autor: reininblack, Fuente: xHamster
... hizo por espacío de una hora, no tanto sobre temas religiosos,sino refiriéndose a otras cuestiones más mundanas, y que desde luego no suelen sersancionadas por la santa madre iglesia. En esta ocasión pronunció un discurso que me fueimposible seguir, por lo que decidí echarme a dormir en la axila de Montse Fernández.Ignoro cuánto tiempo más hubiera durado su disertación, pero como en aquel puntola gentil Montse Fernández se posesionó de su enorme colgajo entre sus manecitas y comenzó acosquillearlo, el buen hombre se vio obligado a hacer una pausa, justificada por lassensaciones despertadas por ella,Verbouc, por su parte, que según se recordará lo único que codiciaba era un coñobien lubricado, sólo se preocupaba por lo bien aceitadas que estaban las deliciosas partesíntimas de la recién ganada para la causa, Julia. Además, la presencia del padre contribuíaa aumentar el apetito, en lugar de constituir un impedimento para que aquellos doslibidinosos hombres se abstuvieran de gozar de los encantos de su hija. Y Montse Fernández, quetodavía sentía escurrir el semen de su cálida vulva, era presa de anhelos que las batallasanteriores no habían conseguido apaciguar del todo.Verbouc comenzó a ocuparse de nuevo de los infantiles encantos de Juliaaplicándoles lascivos toquecitos, pasando impúdicamente sus manos sobre las redondecesde sus nalgas, y deslizando de vez en cuando sus dedos entre las colinas.El padre Ambrosio, no menos activo, había pasado su brazo en torno a la ...
... cintura deMontse Fernández, y acercando a él su semidesnudo cuerpo depositaba en sus lindos labios ardientesbesos.A medida que ambos hombres se entregaban a estos jugueteos, el deseo secomunicaba en sus armas, enrojecidas e inflamadas por efecto de los anteriores escarceos,y firmemente alzadas con la amenazadora mira puesta en las jóvenes criaturas que estabanen su poder. 89 de 107Ambrosio, cuya lujuria nunca requería de grandes incentivos, se apoderé bien prontode Montse Fernández. Esta se dejó ser acostada sobre el sofá que ya había sido testigo de dos encuentrosanteriores, donde, nada renuente, siguió por el contrario estimulando el desnudo yllameante carajo. para permitirle después introducirse entre sus muslos, favoreciendo eldesproporcionado ataque lo más que le fue posible, hasta enterrar por entero en su húmedahendidura el terrible instrumento.El espectáculo excité de tal modo los sentimientos del señor Delmont, que se hizoevidente que no necesitaba ya de mayor estímulo para intentar un segundo coup una vezque el cura hubiese terminado su asalto.El señor Verbouc, que durante algún tiempo estuvo lanzando lascivas miradas a lahija del señor Delmont, estaba también en condiciones de gozar una vez más. Reflexionabaque las repetidas violaciones que ya había experimentado ella de parte de su padre y delsacerdote, la habrían dejado preparada para la clase de trabajo que le gustaba realizar, y sedaba cuenta, tanto por la vista como por el tacto, de que sus partes intimas ...