1. LA HISTÓRIA DE MONTSE FERNANDEZ


    Fecha: 07/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Sexo Duro Voyerismo Autor: reininblack, Fuente: xHamster

    ... Siempre había sido feo, pero en aquelmomento resultaba verdaderamente odioso por su terrible lujuria.—Así es —dijo—. Es una vergüenza tratar de esta manera a una muchacha tan linda,¡pero es tan delicioso, vida mía!Montse Fernández suspiró.Más besos y un deslizamiento de manos sobre su desnudo cuerpo. Una mano grandey tosca se posó sobre su monte de Venus, y un atrevido dedo, separando los húmedoslabios, se introdujo en el interior de la cálida rendija para tocar el sensible clítoris.Montse Fernández cerró los ojos y dejó escapar otro suspiro, al propio tiempo que aquel sensibleórgano comenzaba a su vez a distenderse. En el caso de mi joven amiga no era en modoalguno un órgano diminuto, ya que a causa del lascivo masaje del feo David Brown se alzó, sepuso rígido, y se asomó partiendo casi los labios por sí solo.Montse Fernández estaba ardiendo, y el brillo del deseo se asomaba a sus ojos. Se habíacontagiado, y lanzando una mirada a su seductor pudo ver la terrible mirada de lasciviaretratada en su rostro mientras jugueteaba con sus secretos encantos.La muchacha se agitaba temblorosa; un ardiente deseo del placer del coito seposesionó de ella, e incapaz de controlar por más tiempo sus afanes, llevó con rapidez su 95 de 107mano derecha hacia atrás para asir la inmensa arma que amenazaba sus nalgas, aunque nopudo hacerlo en toda su envergadura.Se encontraron las miradas de ambos; la lujuria ardía en ellas. Montse Fernández sonrió, David Brownrepitió su beso sensual, e ...
    ... introdujo en la boca de ella su inquieta lengua. La muchacha notardó en secundar sus lascivas caricias, y dejó el campo libre tanto a sus inquietas manoscomo a sus cálidos besos. Poco a poco la atrajo hacia una silla, en la que se sentó Montse Fernández enimpaciente espera de lo que el sacerdote quisiera hacer después.David Brown se quedó de pie frente a ella. Su sotana de seda negra, que le llegaba hastalos talones, se alzaba prominente en la parte delantera; sus mejillas, al rojo vivo por laviolencia de sus deseos, sólo encontraban rival en sus encendidos labios, y su respiraciónera agitada, como anticipo del éxtasis. Sabía que no tenía nada que temer y mucho quegozar.—Esto es demasiado —murmuró Montse Fernández—, ¡idos!—Imposible, después de haberme tomado la m*****ia de entrar.—Pero podéis ser descubierto, y entonces mi reputación estará arruinada.—No es probable. Sabes que estamos completamente solos, y que no hayprobabilidad alguna de que nos m*****en. Además, eres tan deliciosa, chiquilla mía, tanfresca, tan juvenil y tan hermosa, que. .. no retires la pierna; únicamente ponía mi manosobre tu suave muslo. El hecho es que quiero joderte, querida.Montse Fernández pudo ver cómo el enorme bulto se enderezaba más.—¡Qué obsceno sois! ¡Qué palabras empleáis!—¿Lo crees así, mi niñita mimada? —dijo David Brown, tomando de nuevo el sensibleclítoris entre sus dedos pulgar e índice, para masajearlo convenientemente—. Me nacenpor el placer de sentir este coñito entreabierto que trata ...
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