1. Regreso a casa


    Fecha: 18/03/2019, Categorías: Incesto Confesiones Autor: Mamaceando, Fuente: CuentoRelatos

    ... venir. Sus gemidos me daban fuerza para ir con más intensidad. Pero, esos platillos no se comen a diario. Le di la vuelta para disfrutar de la vista de esas nalgas. Tome su diminuta cintura y me fui con todo. Ella ahora gritaba sin ningún reparo. —Haaaa! Haaaaa! —Sisisisisiii! Sus pujidos y el golpeteo de sus nalgas me pusieron a tono y salí para mojarle las nalgas con mi semen. Y así, escurriendo, volví a la carga, una y otra vez. Le llevaba mi verga a la boca y María no hacía otra cosa que obedecer. La subí sobre mi y aunque al principio no encontraba el ritmo, no tardó en hacerlo a su manera, brusca e inexperta rebotaba sobre mi verga. La gire y ahora sus labios volvían a encontrarse con los míos. —¿Te está gustando niña? —Siii haaa! Siii siiii —Te voy a dar verga toda la noche. Estuvimos así durante más de una hora. Cuando sentí la necesidad de venirme nuevamente salí y ahora fui a su boca, no ofreció ninguna resistencia y trago todo lo que le di. Cuando desperté María ya no estaba. Era casi el medio día. Me bañe y fui a desayunar como de costumbre. María me llevo la taza del café y el Platón con huevos fritos. —Viejo goloso —me dijo al oído y se fue entre las mesas. Después de desayunar y ver a esa niña con tanto brillo en los ojos. Decidí que ya era tiempo de ir a ver a mi madre. Me tomo unos 20 minutos llegar hasta mi casa. Cuando baje del taxi vi que una mujer me saludaba y sonreía con mucha alegría. —¿Que no te acuerdas de mí? Soy Lupita —¿Lupita? ¿Pero tú andabas ...
    ... en la capital que no? —le pregunte, todavía asimilando mi sorpresa. —Dure casada como tres años. Luego mi marido se fue y nunca lo volví a ver. Entramos a mi casa y mi madre se deshacía en besos para mí. —Aquí te hubieras quedado. Yo para quiero está casa tan grandota para mi solita —Me decía, pero no dejaba de ver a Lupita. —¿pues que traen pues? —Cuéntale—Le dijo mi madre a Lupita quien se sentó y respiro hondo. —Es complicado, cuando me fui a la capital, pues yo ya estaba embarazada. Y pues, en parte por eso se fue marido. Seis meses después de la boda di a luz. —Quieres decir que… tengo un hijo? —Una hija mijito. Una muchachita! Todos estos años de lo que me mandas, pues le he dado una ayudita. Pero Lupita no me dejaba que te contara nada. —¿Y dónde está? ¡Ya quiero conocerla! —Creo que las lágrimas y mi sonrisa se mezclaban en mi rostro. —Ahorita está trabajando, le ayuda a una señora en su cocina en el centro el pueblo. Y en las tardes va a la escuela. Vas a tener que esperar hasta la noche para conocer a María. La sangre se me heló. —¿Cómo dijo que se llama? —María, como tu mamá. Mira aquí la traigo —saco de su bolsa un teléfono y me mostró unas fotos. María, mi María era… ¿qué demonios acababa de hacer? —¿Y dónde vive? —les pregunte ya con la voz cortada. —Renta allá con unas amigas, le queda más cerca del trabajo y de la escuela. Aproveche un descuido y salí para nunca volver. En cuanto entrar al hotel a recoger mis cosas vi a María. Recostada boca abajo, con solo una ...