Eva María y Federico
Fecha: 27/10/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Lo que sigue a continuación tenía que compartirlo con alguien. Son viviencias de hace más de veinte años. Espero no aburrirlos. Esto era un secreto entre mi progenitora y yo, Federico y María Eva: Teníamos una familia como cualquiera, papá, mamá, mi hermana menor y yo. Mi padre se dedicaba al negocio de las importaciones. Un buen día, de repente mi papá decidió que tenía un viaje al exterior a ver unos clientes y así lo hizo. A la semana de haberse marchado estaba yo en su oficina con el empleado de su confianza cuando habló por teléfono y me dijo que probablemente ya no regresaría y que cuidara de la familia. Yo me quedé sorprendido y atónito. Luego habló con el empleado y yo estaba escuchando por otra línea cuando le ordenó que de su escritorio sacara un bote de medicinas para mujeres embarazadas y que lo tirara a la basura. Después colgó y el empleado me contó toda la historia, que mi papá tenía una amante, que estaba embarazada y para evitar mayor escándalo mejor se iban. Cuando llegué a la casa todo era un revoltijo. Mi hermana nerviosa, mi mamá llorando, sin saber qué hacer. Luego de un rato y ya calmados hicimos un recuento de las cosas, de lo que había sucedido. Mi mamá me abrazaba y lloraba queriendo encontrar una respuesta al acontecer de su vida y sencillamente me dijo que desde ese día en adelante yo tomaría el papel de mi papá, que yo sería el hombre de la casa, que tendría que ser más responsable con todo y que llevaría la rienda de la oficina. De hecho así ...
... sucedió. Hasta ese momento yo solo era un joven de 20 años, estudiante universitario a tiempo completo. De allí en adelante tuve que hacer tiempo para estar en la oficina de mi padre, la Universidad y las demás actividades de esa edad. Los meses transcurrieron sin mucho sobresaltos. Mi mamá acudía todos los día a la oficina, siempre vestida bien elegante, zapatos de tacón, con medias, tendría en ese entonces unos 40 años. Es de tez morena, nalgas grandes, buenas caderas, gorda pero no obesa, sino rellenita, buenas tetas, muy guapa, en fin, una hembra hermosa. Yo me fijaba como otros empleados del edificio la miraban, sobraban clientes que la invitaran a comer y más de alguna vez aceptó la invitación de un señor amigo de ella de hacía años, cuyo nombre es Rafael. Siempre me saludaba muy amablemente y platicaba conmigo acerca de los negocios. Era viudo con buena posición social, vendedor profesional de una compañía extranjera. Cuando estaba de vacaciones en la Universidad me quedaba a tiempo completo en la oficina y ya como a las 5 de la tarde de vez en cuando Rafael aparecía con pan dulce para tomar café y platicar con mi mamá. Esto lo hacía por lo menos dos veces a la semana. Después de una media hora mi madre me decía que terminara lo que estaba haciendo y que lo continuara el siguiente día, que descansara y que si lo deseaba que me retirara que Rafael la llevaría a la casa. Todas las veces entendía yo el mensaje y optaba por retirarme. Nunca mostraron malicia frente a mí, ...