El camino con mis hermanos y hermanas 2
Fecha: 27/03/2019,
Categorías:
Incesto
Autor: carolseq, Fuente: SexoSinTabues
... limpias y frescas, salpicados de pétalos de rosa. Con Verónica en el centro, nos abrazamos dispuestos a descansar y estar listos para recibir a nuestra nueva amiga, la que dice que nos va a sacar la mierda a los tres, habrá que ver. “Te quiero mucho, Elías”, me susurra Verónica mientras me da un beso húmedo con tanto cariño y amor, que no recordaba haber recibido en mucho tiempo, “eres mi amor de toda la vida”. “Si, si, si”, interrumpe Francisco, soltándonos, volteándose y dándonos la espalda, “yo los amo a los dos, pero si siguen con la mariquera me voy tras la mucama de una y los dejo aquí con sus amapucheos, parecen carajitos, ¡creo que voy a vomitar!”. Sin hacerle caso al viejo insensible marico que comparte muestra cama, Verónica y yo nos caemos a lata cual colegiales, apretándonos en un abrazo que nos hace estremecer y temblar. El perfume de las sábanas limpias y recién tendidas, junto con el aroma de los pétalos de rosa, con nuestra piel lozana y fresca, después del baño, nos lleva a otro universo. Cada quien con una sonrisa de pendejo en la cara nos dormimos dejando florecer el campo de los sueños. Sin saber si es sueño o realidad, me inunda un aroma de piel de mujer y me ubico en la casa del maldito cochino capataz de la fábrica donde trabajaba mi madre. Tengo como diez u once años y al abrir los ojos me percato que estoy entre los brazos y las tetas de la vieja Inés, amiga de mi madre y mi novia preferida. La señora ya llega a los cincuenta, pero está fabulosa, ...
... los últimos cuatro años ha sido mi maestra del sexo y me ha protegido de mis hermanos los sodomitas. También adoptó a mi hermana Verónica, para protegerla y cuidarla de los malditos amigotes de Antonio. Cuando llegaban los infames padrinos buscando mujeres para sus ahijados virgos, ella nos escondía, para no ser víctimas de los usuales maltratos. Desde nuestro escondite, Verónica y yo veíamos como Inés se encargaba de cualquier hombre, virgen o experto singón, para dejarlo vuelto leña y dispuesto a dejar una buena propina. Ambos íbamos viendo y practicando lo que hacía cada quien en su rol. Verónica, me consta, después de vieja se convirtió en la propia come hombres, sabía cómo sacarle la leche a cualquiera, rápido y en frío o con mucha sensualidad dejándose todo el tiempo del mundo, para que la cogieran divino. Mi madre y la de Verónica, definitivamente se habían mudado a otra ciudad, huyendo del maltrato del dueño y el capataz de la fábrica y la vieja Inés nos adoptó como si fuéramos sus hijos. Siempre dormíamos en la misma cama con ella y Verónica siempre fue testigo de cómo yo hacía gemir a nuestra madre adoptiva. Años atrás habíamos empezado, por casualidad, a tener sexo, o más bien medio sexo al yo no poder acabar, solo salpicar gotas y orinar a Inés. Pero Inés me enseñó que el sexo no solo es meter la pinga, acabar y salir a contarles a los amigos. Ya con los primeros signos de la pubertad, un domingo, mientras Inés lavaba ropa y nos preparábamos para tener nuestro ...