1. De sueños y brujas


    Fecha: 18/05/2019, Categorías: Incesto Autor: kiko, Fuente: CuentoRelatos

    ... los cojones, la chupó y después, me preguntó: -¿Quién soy yo? -Mi amor, mi dueña, mi ama, mi luminiscencia. -Date la vuelta. Me di la vuelta y sentí como me escupía en la polla. Luego como me la cogía en la mano y después como la ponía en la entrada de su coño empapado. La metió de un golpe de culo. Mis cojones chocaron con sus duras cachas. -Magréame las tetas, perro! -Sí, mi infinito gozo. Mis manos cogieron sus esponjosas tetas y las magreraron. -¡Dame duro! ¡¡Rómpeme el coño!! -Sí, dulce efervescencia. Le metí cien chupinazos a toda pastilla dentro de su coño, o alguno más, y me dijo: -¡Ni se te ocurra correrte! -No, terroncito de azúcar. Su coño apretó mi polla y comenzó a soltar una corrida larga, muy larga, lo que no sé es como hizo para que de nuevo, de su boca no saliese ni un solo gemido, ya que ella se sacudía como una posesa. Al acabar de correrse, tirando de la cuerda, me llevó a su habitación. Allí, me dijo: -Quítate la venda. -Sí, bello arrebol. Me quité la venda de los ojos y la vi sentada en el borde de la cama. Desnuda, solo llevaba encima las zapatillas, los pendientes y el carmín de sus labios. Estaba con sus largas y moldeadas piernas abiertas. Su coño también estaba abierto. Sus labios vaginales eran carnosos. Sus grandes tetas tenían unas areolas negras enormes y unos pezones como guisantes. Aitana me dijo con un movimiento del dedo medio de su mano derecha que fuese a su lado. Fui. -Bésame en el cuello y en los labios. -Sí, amada. Le besé el cuello y ...
    ... vi que tenía cinco lunares que si se uniesen formarían un pentagrama, le besé los cinco, y después besé el otro lado de su cuello. La besé en los labios, con y sin lengua... Se hizo la dura y no me devolvió los besos. -Cómeme las tetas. -Sí, gacelita. En mi vida había comido unas tetas, pero chupé, lamí y magreé como un campeón. Al rato largo, me decía: -Arrodíllate y come mi coño. -Sí, bella aurora. Era viciosa, viciosa, viciosa, y a mí me encantaba que lo fuera. Me arrodillé y lamí aquel coño empapado del jugo pastoso de su corrida. Mi picha no iba a aguantar mucho tiempo sin correrse. Aitana parecía saberlo. -¡Ni se te ocurra correrte! -No, cariño. Unos minutos más más tarde, se levantaba. Se daba la vuelta. Se apoyaba en la cama. Abría las piernas, y me decía: -Lámeme el culo y fóllamelo con la punta de tu lengua. -Sí, tesoro. Lamiendo y follando su culo con mi lengua, el gato negro se volvió a frotar a mis piernas. Ya me gustaba todo. Se quitó una zapatilla, me la dio, y me dijo: -¡Dame en las cachas! -Sí, señora. Le di con cariño. "Plas, plas". -¡Con fuerza, perro, si no quieres que te castre! -Le di con fuerza ¡¡¡Plas, plas!!! No se quejó. -Lámeme y follame el culo el coño y acaricia mis nalgas. Le lamí y le follé el coño, mojado, y le acaricié las nalgas. -¡Dame con la zapatilla, más fuerte y más veces! Le di seis veces en cada nalga. ¡¡Plaaaaas, plaaaaas, plaaaaas!! Al final me cogió la zapatilla de la mano, la tiró al piso de la habitación, y caliente como una perra, ...