Nuevo papi
Fecha: 05/06/2019,
Categorías:
Dominación
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Conocí a Claudia como la esposa del Roco, un miembro tardío del Faro. El Roco amenizaba cada miércoles con sus historias de albañiles y obras públicas. Solía asistir a mi casa con su uniforme de obra, orgulloso de un trabajo que lo mantenía vivo. Era y sigue siendo, una de las personas más entrañables que han tocado el Faro. Alguno de esos miércoles nos relató sobre una obra (¿un puente quizá?, ¿un túnel?) que estaban haciendo al lado de una cárcel de mujeres. Para suerte de todos los trabajadores de la construcción, las reclusas ideaban métodos para exponer sus teléfonos y horarios de visita conyugal; de esa forma los albañiles al terminar la semana laboral recibían doscientos pesos adicionales a su salario semanal y mantenían breves amoríos con las reclusas más hermosas del país. El Roco nos confesó que nunca se permitió una de esas aventuras y que no se arrepentía de ello. La primera vez que Claudia y yo nos vimos tuvimos una breve charla, nada fuera de lo común. Desarrollamos cierta confianza al estar rodeados de amigos comunes y nuestras propias parejas. Recuerdo haber estado buscando un editor y usado ese pretexto para pedirle que me ayudara en mi búsqueda y con ello conseguir su correo. Claudia estudiaba letras y eso me acercaba naturalmente a ella. No tardé en compartirle mis cuentos; ahora pienso que en realidad (y por primera vez) no estaba usando mi escaso talento como coqueteo ni para crear complicidad sino para posicionarme, de forma inconsciente, como una ...
... figura que pudiera mirar hacia arriba. Claudia es quizá la mujer más atractiva que he conocido. Sus ojos abiertos, como platos, contagiaban una falsa inocencia. Alta y voluptuosa invitaba a jugar con los deseos oscuros que guardamos los humanos en nuestra composición química y mental. Algo se gestó en mi, como una plaga nociva que me impedía pensar con claridad, sobre todo cuando estaba en la cama con mi mujer. Entonces sí comencé con los coqueteos, con los correos sugerentes, con los textos eróticos. La bomba estalló tras un correo donde le pedía su opinión sobre una serie de textos. El correo dejaba leer estampas sobre cómo sería amar en distintos países: Podría amarte como francés: esperar a que me mires, a que me hagas una señal. Entonces, acercarme poco a poco y sin bañar. Dejarte el sujetador y las medias de red, decir en tu oído dulzuras nasales, sonidos de acordeón, salivas de loción. Podría pintarme la cabellera de verde, como Baudelaire y ponerla entre tus piernas mientras murmuro un verso de Verlaine, mientras mi lengua y tu clítoris son peces que se cuentan historias del Sena y la fuente de Saint Michelle. Tus piernas serían el puente nuevo sobre el río; tus pupilas las vidrieras circulares de Notre Dame. Puedes llevarme, con un beso, a las alturas de Mont Martre; tirarme de cabeza, en un orgasmo, de la torre más tensa. Y luego dormir y no lavarnos y oler a sexo por meses. Comer una baggette con queso brie. Beber un tinto seco y un agua mineral. Separarnos en medio de ...