Nuevo papi
Fecha: 05/06/2019,
Categorías:
Dominación
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... sólo por morbo y por provocarla, que siempre me había atraído. Le dije que quería hacer con ella “actos indecentes” y que de antemano me perdonara porque quería conservar su amistad pero que me era necesario confesarme. Minerva -le dije a Claudia que continuaba chupando mi sexo erecto como si no me escuchara- desapareció después de esa comida y se mostró indignada por unas semanas. Un día cualquiera me buscó y me invitó a cenar, me dijo que quería platicar conmigo. Recuerdo que me buscó cerca de mi casa y que incluso saludó a mi mujer con cariño. Recuerdo haberla visto ansiosa mientras manejaba; sin que lo esperara entró en un motel y estacionó el auto. Ahí mismo decidió humillarse: se desnudó y se sentó sobre mi diciéndome que estaba lista para entregarse a mi, que quería que la poseyera de todas las formas, que la meara, que la cagara, que a partir de ese instante ella me pertenecía. Y así fue, ella fue mi primera puta. Cumpli con ella los deseos que hoy incluso me aburren; sin embargo nuestra relación cambió con un juego. Alguna vez le di a Minerva dinero para que se comprara lencería pues le tenía preparada una sorpresa, tal como lo hice hoy contigo -le dije a Claudia-. Aquel día la puse en cuatro y le metí un vibrador en la vágina y uno en la colita y mientras me la mamaba, tal como tu lo haces ahora le expliqué que yo era su papito. La hice decirme que ella era mi niña linda y que nunca le diríamos a mami. La hice jurar que sería mi nena, mi niña, mi hija y que yo ...
... sería su papi. A partir de ese momento Minerva no me soltó. Comencé a notar como Claudia se retorcía, anunciando otro orgasmo. Le pregunté entonces si le gustaba la verga de papi. Minerva -continué- se vestía como niña e incluso se peinaba con dos coletas para recibirme. Lo mismo me pedía que le comprara un helado que una tanga nueva que estrenaba masturbandose en mi presencia y preguntándome si a papi le gustaba ver a su niña tocarse. Hubo un momento en que Minerva no hacía otra cosa que mandarme fotos y pedirme permiso para hacer cuanta guarrada se le ocurriera. Fue tan mía que la compartí con todos mis amigos y la exhibí en público como mi niña putita. Era impresionante que una mujer tan recta y tan obsesionada con la perfección se permitiera tal humillación por cumplir una fantasía reprimida. Claudia se quitó la venda y me miró sonriendo. Me preguntó si a papi le gustaba como la mamaba. Continuamos nuestro juego por varios meses hasta que el invierno llegó a nuestra ciudad y las cosas comenzaron a enfriarse. El Roco intentó volver con Claudia quien le explicó, como si de una enfermedad se tratara, que ella estaba imposibilitada para comenzar de nuevo. Le dijo también que tenía un nuevo dueño, que era la perrita de alguien y que así estaba feliz, completa. El Roco ni siquiera se molestó. Nunca, nos confesó, se sintió mal con la respuesta de Claudia. Por otro lado yo no pude soportar la culpa y las consecuencias de algo que para mi no era mucho más que un juego. La traición, ...