1. El pitón de Jorge


    Fecha: 07/06/2019, Categorías: Confesiones Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    Soy Viki, hoy tengo 25 y trabajo para la policía federal. Pero lo que a continuación narraré se sitúa cuando pasé a sexto año, momento en el que mi madre decide trabajar como cajera de uno de los super mercados de los que mi viejo es encargado y dueño de la firma. Gracias a esto, yo y mis hermanos, (Lucas y Samantha), quedamos al cuidado de Jorge, un hombre siempre alegre amigo de la familia de años; y como encima había enviudado hacía poco, mis padres le ofrecieron techo y comida a cambio de que se ocupe de nuestro bien estar. Aquel verano pasó fugaz, y pronto las clases, mientras Jorge nos compraba con regalitos, golosinas, a Lucas siempre con figuritas de futbol o con revistas raras, a Sami con pinturitas, y a mí con ositos y ropa interior. Eso me llamaba la atención, ya que Sami y yo tenemos 18, puesto que somos mellizas, y mi hermano tiene 20. El muy baboso no sabía evitar esos misiles de sus ojos al mirarme las tetas que comenzaban a desarrollarse, como si tomara anabólicos. Era raro, pero me gustaban los nervios y ese calor inédito que subía por mi sangre cuando me obsequiaba cosas, me acariciaba el pelo, me olía y piropeaba mis perfumes, o me gritaba para luego consolarme besando mis manos o mi cuello cuando me ayudaba con mis deberes escolares y mi cabeza hueca no pegaba una. Luego llegó el tiempo en el que comencé a invitar amigos a casa, y sus rezongos porque odiaba los ruidos, y nosotros jugábamos a la mancha o a la escondida. Les aclaro que nosotros vivimos en ...
    ... una zona más bien rural, y por aquí todavía se estila eso de jugar, a pesar de que todos éramos unos pendejos con ganas de ponerla, o de que nos la pongan. En esos juegos palpé algunas veces los bultos de algunos chicos, y me desilusionaba, pues los pitos que veía en las pornos por la tele cuando mis viejos no estaban, y sin la persecuta de Jorge, eran más grandes, largos, gorditos o gruesos. Yo era muy curiosa, medio maricona y contestadora. Eso lo sacaba de quicio a Jorge. La vez que rompí un cuadro sin querer y él me gritoneaba, casi me pega cuando le largué: ¡chupame la concha pelado! Esa vez me prohibió traer compañeritos a casa, y llegó el tiempo de la siesta obligada para Sami, que era una diabla, de recreación para Lucas y de cositas perversas para Jorge y para mí. Al cerdo le encantaba hacernos la lechita a mí y a mis amigos, entre los que mayormente había nenas. Pero después del castigo, todo fue mío. Me hacía la leche, me sentaba en su falda y me daba vainillas en la boca tras humedecerlas en la taza, y como a veces me negaba me propinaba tirones de pelo o cachetadas, diciendo: ¡dale, comé pendeja, que así se toma la lechita, y no llores si no querés que le cuente a la mami que tenés un 1 en biología! Cuando me calmaba me hacía chuparle el dedo mojado, me acariciaba las piernas, me apretaba contra él, especialmente cuando le decía que quería ir al baño. Una vez puso un canal de modelos mientras me obligaba a tomar mates, siempre encadenada en sus brazos. Esa vez me ...
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