1. Mi esposa y el hombre alquilado


    Fecha: 07/07/2019, Categorías: Confesiones Sexo con Maduras Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos

    ... de Toluca. Casi termino mi carrera de ingeniero químico”, agregó. “Dalia, hermosa, ¿te parezco atractivo?”, preguntó dirigiéndose a Fernanda, quien, desacostumbrada al nombre ficticio tardó unos segundos en contestar. Mi esposa sonrió y me miró. “Eres muy guapo Andy”, contestó finalmente. “Debes de complacer a muchas compañeras de trabajo y de tu carrera, ¿verdad?”. Andy sonrió. “La verdad, me encantan las mujeres maduras, con porte y clase como tú, preciosa. No eres cosa de cada día, te digo”. “Pero siendo tan joven y guapo, sería un desperdicio, ¿no crees? Te ves más joven de 30. Se nota que te cuidas”, continuó Fernanda. “A los negros no se nos nota mucho la edad, bella señora. MI madre es de La Habana y mi padre de Montego. Él es más negro que una goma de camión, como la noche, y mi madre es algo morena”, dijo, al sacar una foto de la pareja, que aparentaban más edad que nosotros. “Vivo con ellos en Toluca”, agregó. Sin faltarle al respeto, Andy comenzó a adularla con elegante experiencia. Finalmente, tomó su mano paro la retiró al acercarse la mesera. Nunca habló en concreto de sus nalgas o sus senos, simplemente de sus bellas formas, cara y clase. “¿Y ustedes? ¿Hacen esto a menudo?”, finalmente preguntó. “No”, contestó Fernanda. “Es nuestra primera vez. Lo venimos platicando desde hace algunos meses y por fin nos animamos a llevarlo a cabo”. “¿Que otro se folle a tu mujer mientras tú ves?”, me preguntó en tono bajo de voz. “Hay individuos a los que nos gusta”, le ...
    ... contesté. “Sobre todo cuando tienes a una mujer apetitosa como Fernanda”, proseguí. “¿Fernanda? Un momento, ¿Qué no es Dalia?”, dijo desconcertado. Ya habríamos pasado cerca de la hora conversando cuando caí en el error. Mi esposa me volteó a ver. “Así le digo. Su nombre completo es Dalia Fernanda”. Se me ocurrió y salí del apuro. Claro era que Andy estaba acostumbrado a trabajar con nombres ficticios. “Debo suponer que tu nombre no es Andrés, pero no importa. Mañana supuestamente no nos volveremos a ver”, dije yo. Andy sacó su billetera y me mostró su credencial de elector. Su nombre era Andrés Jacinto y había nacido en 1982, el año en que conocí a Fernanda. Tenía apenas 24 años cumplidos o por cumplir. Podría ser nuestro hijo. “Pero dijiste que tenías 30 años”, hice la observación. “No tengas cuidado amigo”, me dijo. “Muchas se asustan o me rechazan si saben que soy menor, pero le garantizo que no se arrepentirán”, aseguró. Fernanda y yo nos miramos. Con solo 20 años, aquel chico debería de ser un toro que pudiera darle placer toda la noche. “¿Les parece si cenamos aquí en el hotel?”, propuse. “Encantado”, dijo Andy. “Me muero de hambre”. “¿Tu, mi amor?”, pregunté dirigiéndome a mi esposa. “¡Claro!”, contestó ella. “Vamos”. Pasamos al elegante restaurante. Había poca gente. Nos sentaron en una mesa apartada. Cenamos y platicamos largo y tendido sobre nuestras vidas. Él nos platicó de sus planes y aventuras. Según nos contó, solo había tenido relaciones similares en tres ocasiones ...
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