PRIMERAS LECCIONES DE SEXO EN LA VIDA
Fecha: 07/07/2019,
Categorías:
Jóvenes
Autor: zenete, Fuente: RelatosEróticos
Siempre fui una chica precoz. Apenas tuve nunca la sensación de pertenecer a nadie ni ser objeto de posesión de ningún chico. Emergía mi vida de un modo desinhibido entre los descubrimientos placenteros que ésta ponía a mi alcance: sus primeros besos, los incipientes tonteos o esa primera saliva que probamos tras unos labios que dicen mucho mientras callan tanto. En esos años yo andaba por las diecisiete primaveras. Vestía camisetas ceñidas, camisas abiertas y falditas de colegio privado que iban escaseando de largo proporcionalmente al crecimiento ancho de mis caderas. Los calcetines altos, gruesos y oscuros, redondeaban el aspecto infantil. Un infantilismo virtual, pues las miradas libidinosas, de las que a veces me percataba, evidenciaban una realidad completamente distinta. Notaba que mi cuerpo cambiaba. Discutía con mi madre por cosas banales o que apenas tenían importancia. Para ella, claro. Cuando me notaba las tetas apretadas es que ese sujetador se me estaba quedando pequeño. Me lo quitaba cuando salía de casa y evitaba así la molestia para toda la mañana. Con las braguitas no podía hacer lo mismo. Se me clavaba la goma en la ingle o me las debía de sacar del culito y andaba todo el día con las manos bajo la faldita. El refunfuñe de mi madre era constante. Era una chica de metro setenta, pelo negro azabache y ojos marrón oscuro. Mi carita afilada me confería un aspecto hollywoodense propio de las actrices de la época, o al menos eso me decían las amigas que decían ...
... envidiarme. Esas mismas amigas cuyas quedadas en sus casas servían para iniciarnos en el conocimiento masculino, esa sabiduría tan vetada a nosotras en aquellos días. Hablar de chicos era el pan nuestro de cada tarde, esas tardes cuyo provecho inicial estaba asignado a las matemáticas o algún trabajo por acabar en ciencias naturales. Yo siempre tenía, según mis amigas, varios pretendientes tras mis pasos. Por sus chanzas, estaba considerada como una de las chicas top del instituto y eso me otorgaba el honor de poseer una lista de pretendientes absolutamente inimaginable. Nuestra clase era de chicas y estábamos separadas de los chicos. En aquellos años aún se estilaba nombrar a los colegios por si juntaba o separaba a los alumnos por sexo. El nuestro no era mixto. Sinceramente me daba igual. Es más, confieso que entonces no me llamaban la atención los chicos de mi edad y mucho menos aquellos recipientes de testosterona cuya atención principal estaba centrada más en el fútbol que en las tetas. En una de las últimas discusiones con mi madre salió a relucir mi aspecto, según ella, un tanto descuidado y desaliñado. Afirmaba mi progenitora que comenzaba a tener un aspecto de mujer y debía empezar a cambiar mis hábitos para no acabar siendo una guarra (literal). Debía depilarme, cepillar mi pelo con mayor asiduidad, algo de crema por las piernas y el cuerpo tras las duchas y darme algo de color en la cara antes de salir a la calle. Lo de dormir tantas horas empezaría a ser una leyenda ...