Relato 1 - La Azafata
Fecha: 18/07/2019,
Categorías:
Primera Vez
Autor: spanishguy1966, Fuente: xHamster
... Una vez acabada la Operación Condón volví a situarme sobre Belén. La sensación del látex en mi pene no era cómoda; además los preservativos me aprietan excesivamente. Intenté olvidarme de aquello y me centré en mi alucinante amiga. Volví a encontrar la entrada. La penetré de nuevo, pero me detuvo otra vez diciéndome que el preservativo le hacía daño. Le sugerí quitármelo, pero la sugerencia le espantó. Le aseguré que estaba acostumbrado a lo de la “marcha atrás”. Me miró desconfiada pero luego accedió, no sin antes hacerme prometerle que tendría mucho cuidado. Asentí con la cabeza y sin darle tiempo a asimilar mi gesto, la penetré. Esta vez no puso ninguna objeción. Me abrazó y me atrajo hacia ella mientras yo me movía como una serpiente hacia delante y atrás y al mismo tiempo hacia los lados, haciendo girar mis caderas como un reloj, despacio al principio pero cada vez más deprisa y con más fuerza. Era un polvo increíble. No, era más que eso. Pese a haberla conocido aquella noche, le estaba haciendo el amor, porque aquella mujer de sonrisa y guiño cautivadores me había poseído y había entrado en mí de una forma totalmente desacostumbrada. En aquel momento pensé que no sé que ocurriría después de aquello, pero si sabía ya que quería volver a verla y hacer otra vez el amor con ella. El pensar en aquello contribuyó a ponerme más cachondo y seguí penetrándola con auténtica pasión. Tuve que hacer auténticos esfuerzos por no correrme, pero no pude aguantar mucho. Me incorporé ...
... para contemplarla. Tenía la cabeza echada hacia atrás dejando al descubierto su sensual cuello y aquellos hombros firmes pero muy finos. Su pecho se agitaba del esfuerzo haciendo que sus pechos se bamboleasen aún más. Bajé la vista y observé sus piernas totalmente abiertas para permitirme que la penetrase todo lo posible. Finalmente contemplé su coño totalmente abierto, mientras mi polla entraba y salía dura y gorda como un ariete. Aquella visión puso fin a mis esfuerzos por evitar lo inevitable. Me salí del interior de Belén y me masturbé con auténtico frenesí, mientras me invadía un orgasmo como una locomotora. Mi cabeza parecía que se iba a despegar de los hombros y mi garganta rugía secándose a cada rugido hasta que más que garganta tenía un tubo de lija. Me corrí como un niño, eyaculando el tibio esperma sobre el cuerpo de Belén. Me desplomé sobre ella, totalmente reventado. Poco a poco fui recuperando el aliento y, cuando por fin pude articular palabra, le pregunté qué tal estaba. Me dejó de piedra cuando me dijo que ella no se había corrido. Por un momento me sentí mal, no porque aquello me afectase como si fuera un ultraje para mi orgullo masculino, sino porque aquella mujer me gustaba de veras. Decidí qué no podía dejar insatisfecha a una mujer como aquella.Empecé de nuevo a besarle los pezones y poco a poco fui bajando hasta su vientre. Pero al llegar allí no me encontré cómodo. Además, mi pene que no hasta entones no se había relajado mucho estaba endureciéndose y ...