LA PEQUEÑA DIOSA DEL SEXO, TERCERA PARTE
Fecha: 07/08/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: leo.leoncio, Fuente: SexoSinTabues
... el sillón y caí pesadamente en él, Hilda se me montó encima enseguida, me tomó de las muñecas y levantó mis manos por sobre mi cabeza, de debajo de un cojín sacó un par de esposas (no sé de dónde las sacó, ni quise preguntar en ese momento) y amarró mis manos al barandal que estaba incrustado en la pared. En todo momento tarareaba una canción, no supe reconocer cual. Y sonreía, de forma ufana, satisfecha de sí misma, se sabía dueña de la situación y le encantaba. Era seductora de una forma terrible, y no quería imaginar lo que podía llegar a ser, cuando se convirtiera en una mujer hecha y derecha. Al terminar su faena, me quitó el bóxer con mi ayuda y en el acto saltó mi pene, bien duro, terso, gordo, largo, palpitante, lleno de venas y con el glande de color púrpura. Al verlo, se le dibujó una sonrisa lenta y retorcida, con la punta de los dedos lo palpó desde la base hasta el glande, y entonces atrapó la punta estrujándola con rabia, mientras se mordía los labios. Me retorcí en el sillón, gruñendo de dolor y placer. _”¿Sabes porque me gustas tanto?-me preguntó en un susurro ronco y en un incesante jadeo- porque besas súper rico… porque sabes comerme la conchita… porque lo tienes grande y me lo metes rico… me haces doler… eso me gusta… porque resistes mucho… porque contigo los orgasmos son tan intensos… “, concluyó tomando mi rostro y dándome un beso rabioso, mordiéndome el labio inferior y estirándomelo con sus dientes. Camila, en tanto, roncaba apaciblemente en la pieza ...
... de al lado. Hilda me desmontó, se apartó un poco y se paró ante mí, bella, silenciosa y terrible. Seguía siendo una visión verla así, con su rostro lindo, su mirada seria, su largo cabello negro semi-ondulado, con esa polerita blanca le cubría hasta las caderas, las cuales comenzaban a ensancharse, llevaba un tierno calzoncito rosado con un oso Winnie the Pooh, pequeño y ajustado que le remarcaba el contorno de su conchita, y exhibía con orgullo sus espectaculares piernas torneadas. En un segundo, se quitó la polera y el calzón, tirándolo a un costado con un pie. Me miraba, sonriendo triunfante y coqueta. Caminó lentamente hacia mí, como sólo ella sabe hacerlo: en puntas de pie, uno delante del otro, tensando los músculos de sus muslos, contorneando sus caderas, sus manitos en la cintura, su sonrisa, sus ojos mirando el cuerpo… divina. Volvió a montarme, ésta vez en cámara lenta, abriendo sus piernas, acomodándose en mi regazo, apuntando su delicioso culito sobre mi pedazo para que yo pueda sentir su vaginita abierta y caliente, abrazándome por el cuello, sus dedos cosquilleando mi nuca, lanzándome una mirada de superioridad, dejándome claro que me tenía justo como ella quería: amarrado, vulnerable y a su merced. Lanzando un largo suspiro, me dió un beso largo, baboso, profundo, bien rico, mezcla de amor y lujuria. Bajó hasta mi cuello, comiéndomelo sin prisa y frotaba mi verga caliente con su vientre, sus caderas y su conchita, ondulando sus caderas como una odalisca. En un ...