1. Historia del Chip (033) Seducción - Enko 002


    Fecha: 14/08/2019, Categorías: Control Mental, Dominación Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... pezones eran tan sensibles que, -las primeras veces-, Nadia llegó a tener un orgasmo a través de ellos, sintiéndose en la gloria pudiendo sortear el chip. Esa sensación de libertad y gozo sólo duraría quince días hasta que los nervios terminaran de crecer. No se llamó a engaño, sabía que ocurriría. Había sido informada de ello. No obstante, estaba a la expectativa. Cuando le practicaran los piercings, posiblemente perdería algo de sensibilidad. *—*—-* Esperó pacientemente a que llegara el operador. Desnuda, las piernas abiertas y engarzadas a cada lado de la camilla. Manos detrás de la cabeza y un collar postural que sólo le permitía mirar al techo. Enko le enganchó el corsé a la mesa. Un par de precauciones más y Nadia no pudo mover ni un músculo. —Prepare los pezones, por favor— solicitó el operador a Enko, que mostró la mejor de las disposiciones. Cada nuevo pezón era grande y turgente. Se mantenían duros mucho más tiempo que antes y, según los cálculos de Enko, en un futuro gracias a la cadena que unirían ambos pezones, se mantendrían permanentemente excitados. Sin ofrecer consuelo, Enko acarició los pezones casi durante diez minutos, cuando unos pocos segundos ya hubieran bastado. Cuando se cansó de prestarles atención, cogió la pequeña taladradora que el operador le ofreció. No avisó a Nadia de que era el momento. El taladrador penetró de golpe, rompiendo tejidos, nervios y neuronas. El dolor, inaguantable, llegó al cerebro de Nadia como una oleada de quemazón. Enko ...
    ... le dio un beso para confortarla. —Vamos con el otro, amor. Nadia no podía contener las lágrimas y la expectativa era superior a sus fuerzas. Enko no dejó que se desmayase. El segundo piercing fue más devastador que el primero y también un alivio, ya que Nadia supo que se había acabado. El operador desperdigó una generosa ración de espray para evitar infecciones. Enko ya tenía en las manos la cadena que uniría para siempre ambos pezones. El metal era una aleación especial, que se fundiría al contacto con el oxígeno. Enko colocó cada extremo de la cadena en el correspondiente anillo del pezón y asegurándose de que estaban correctamente instalado, comprobó que la cadena tenía suficiente holgura tirando de ella hacia el ombligo. Si el ángulo era el adecuado y el tirón suficientemente fuerte, Nadia soportaría una carga de placer. Y así fue. Se quejó de inmediato ante la sensación ardiente, mezclada con el calor que seguía sintiendo en cada pezón furioso. Enko, mucho más frío y cauto, ya confirmada la idoneidad de la cadena, retiró el plástico que rodeaba al metal y en cuanto este quedó al aire, comenzó a fundirse en la zona de los anillos, donde sólo estaba conectado con unas arandelas. Enko y el operador se fueron a tomar unas cervezas, mientras Nadia esperaba que todo el conjunto se asentase. Volvieron a la media hora y la soltaron, sin olvidar el operador de volver a pasar el espray por las zonas perforadas. Nadia se incorporó con precaución. Notaba los pezones casi chillar de ...
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