1. Una madre deseada


    Fecha: 11/11/2017, Categorías: Fetichismo Sexo con Maduras Tabú Autor: whotan, Fuente: xHamster

    ... mucha resistencia, conseguí que volviera al meneo, mientras yo volvía a taladrar su vagina.Al cabo de unos segundos estaba inmerso de nuevo en el trance, pero me di cuenta de la codicia con que Paquita me miraba la polla. Volví a decirle lo mucho que estaba disfrutando, que tenía unos dedos maravillosos y que quería seguir haciéndolo muchas veces. Me sonrió dulcemente, y me dijo que sí con los ojos. Le dije que necesitaba apartar la sábana para verla. Se negó con la cabeza, mientras seguía con su labor. Le arreé a la vagina un envión con los dedos lo que le hizo soltar un respingo. “No es justo que tú disfrutes viéndomela y que yo no pueda mirarte”. Me volvió a sonreír y me dejó retirar la sábana. Ahora tenía delante el espectáculo único de sus muslos blanquísimos abiertos, las piernas un poco flexionadas, mientras una mano la taladradaba a través de la densa pelambrera, y esa mano era la mano de su querido hijo, que en aquel momento sentía cómo su polla babeante era acariciada magistralmente por la mano materna.Sentía que dentro de algunos días conseguiría clavarle la polla en esa vagina cuyas deliciosas paredes trabajaban incansables mis dedos. Fue excesivo. En unos segundos aquello me provocó una eyaculación inmediata. Se lo advertí. Esta vez ella apuntó la polla hacia sus pequeños pechos, que quedaron cruzados por churretones brillantes.No estaba seguro de que ella se hubiera corrido por lo que volví a poner mis dedos en movimiento. Paquita me dejó hacer. A pesar de ...
    ... mi inexperiencia me daba cuenta de que follármela era cuestión de tiempo, no mucho. La notaba cada vez más caliente y sobre todo, más desinhibida. Sin embargo, teníamos por delante un paréntesis, que durante un tiempo imprevisible iba a impedir esas hermosas siestas materno-filiales. Con la izquierda empecé a acariciar los pequeños pechos de mi madre completamente pringados con el fruto de sus labores meneíles.Aparté un poco su brazo derecho, ahora inerte, para ver bien el sobaco que yo sabía muy peludo, y que era otro de los puntos de su cuerpo que me fascinaban. La visión de la espesa mata de pelo me provocó una extraña asociación lujuriosa. Me incliné hacia el sobaco y lo besé, a pesar de su ligera resistencia. Noté un gusto acre que no consiguió frenar mi excitación. Desde ese punto me dirigí afanosamente hacia sus tetas, que sorbí con pasión. En ese momento empecé a notar los apretones de su corrida, lo que hizo que recuperara una erección notable, y la ilusión de volver a intentar montarla, hasta tal punto la notaba entregada. Cuando iba a tumbarme a su lado sonó el teléfono. Maldije en mi interior a Graham Bell. Era mi tía, que quería salir de comprar con mi madre. La siesta había terminado.La perspectiva de los dos días del fin de semana sin siesta y la ahora segura llegada de mi padre el mismo domingo me decidió a tentar la suerte ese viernes por la noche. Acudiría al cuarto de mi madre para darme un último atracón, y tratar de completar lo que esa tarde había sido ...
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