Una madre deseada
Fecha: 11/11/2017,
Categorías:
Fetichismo
Sexo con Maduras
Tabú
Autor: whotan, Fuente: xHamster
... conmigo. Los dos sabíamos que aquello era irreversible, y sólo acabaría de la mejor manera posible. Por abajo se preparaba el orgasmo de nuestras vidas. Seguí moviéndome suavemente, y conseguí hacer girar nuestros cuerpos hasta que mi madre quedó tumbada sobre su espalda, conmigo encima. Sentí la intensidad del olor agridulce de sus sobacos, lo que consiguió excitarme todavía más.Empecé a bombear la polla a un ritmo creciente. Ahora los cojones chapoteaban contra su culo. Noté el inicio del orgasmo de mi madre. Paquita me abrazó con las piernas y con los brazos, dejándose dominar por el placer sin ofrecer resistencia. La tapé la boca con un beso. Ahora temía que fuera ella quien despertara a mis hermanas. Me detuve. Me incorporé un poco y la miré. “¿Qué vas a pensar de mí ahora?” “Que eres maravillosa. Te quiero más que nunca. Quiero follarte muchas, muchas veces, y hacer todo contigo.” Reanudé mis acometidas. Noté que no me quedaba mucho para que empezara a escupir semen a toda presión. “Me falta muy poco.” Ella se estaba dejando llevar, de nuevo. “Es buenísimo”, dijo. Volví a besarla con toda la boca, y aceleré el ritmo de mis movimientos notando la fuerza deliciosa del orgasmo en todo el cuerpo.Paquita estaba corriéndose de nuevo conmigo, que rebuznaba de forma apagada, al borde del desmayo. Cuando las oleadas de placer se fueron apagando me di cuenta que en ese momento mi vida había cambiado, que nada volvería ser igual, que en ese momento se iniciaba algo nuevo. Volví ...
... a besarla. Salí de ella, y me eché a su lado. A los pocos segundos estaba profundamente dormido.Cuando me desperté tardé un par de segundos en advertir que estaba en la cama de mi madre, y que ésta yacía a mi lado. Me incorporé ligeramente para ver la hora en el despertador de la mesilla. Las cuatro y cuarto. Disponía de más de dos horas para poner en práctica algunas de mis fantasías. El movimiento debía haber despertado a Paquita. La acaricié ligeramente el brazo. “Nacho, espera. Tenemos que hablar.” No era precisamente lo que más me apetecía en ese momento, pero sabía que tendría que escuchar el sermón que se avecinaba. Aguardé en silencio. “Necesito explicarte algunas cosas. Es necesario que me entiendas.” Hizo una pausa.Le costaba encontrar la manera de decirme lo que quería. “¿Sabes, tu padre y yo…? Bueno, el caso es que tu padre y yo hace mucho tiempo que no hacemos… Ya sabes.” “¿Quieres decir que no hay sexo entre vosotros?” “Eso es.” Sentí una mezcla de estupefacción y alivio. En realidad, aquella revelación no era del todo inesperada. Desde el momento en que todo aquello había empezado sabía que mi madre se veía empujada por alguna carencia. Paquita no era una ninfómana, ni yo era tan imbécil como para pensar que mi cara bonita había trastornado a una mujer de cincuenta años. No lo había llegado a formular, pero la única explicación posible era la que acababa de oír de sus labios. “Para mi ha sido muy difícil. Por eso ha pasado. Además tenía miedo de que ocurriera ...