Una madre deseada
Fecha: 11/11/2017,
Categorías:
Fetichismo
Sexo con Maduras
Tabú
Autor: whotan, Fuente: xHamster
... había entrado en su cuarto tras salir del cuarto de baño, me dirigí hacia allá. Esperé tras la puerta hasta que cesaron los ruidos que indicaban que se estaba desnudando. En cuanto oí los muelles de la cama llamé a la puerta, y tras oír un suave “Pasa” me dirigí desnudo hacia el borde de la cama. Paquita había cogido el periódico, pero todavía no lo había abierto. Me senté muy cerca de ella en silencio, sin hacer ningún ademán de querer parte del periódico, sino tan solo que su atención se dirigiera hacia mi incipiente erección. “¿Otra vez?”, dijo sonriendo. Asentí con la cabeza y me desplacé ligeramente hacia la cabecera. Sin apartar la mirada de mis ojos extendió la mano hasta tocarme suavemente el muslo, y después la deslizó hasta acariciarme los huevos con la yema de los dedos. La polla empezó a babear.En aquel momento me fijé en el amasijo de ropas que se acababa de quitar y que reposaban sobre una silla y observé algo que casi me hace saltar. Encima de todo el montón se encontraban unas bragas blancas. ¡Paquita estaba sin bragas debajo de la sábana y me invitaba elocuentemente a que explorara un terreno nuevo! Deslicé la mano temblorosa bajo la sábana. Paquita volvió a sonreír. El roce de su muslo hizo que mi polla creciera medio centímetro. Se puso seria, o eso me pareció, pero ahora yo estaba decidido. Llevé la mano hasta encontrar la suavidad de sus pelos. Me resultaron mucho más largos y abundantes de lo que imaginaba. Me aferró la polla por el tronco, pero no ...
... abrió las piernas. Forzando un poco conseguí llevar la mano hasta la entrada de su vagina, completamente empapada. Sentí que me mareaba. La polla seguía creciendo. El glande había adquirido un color más allá del morado. Pensé que me podía ocurrir algo, que quizás hubiera infartos de polla, y si los había yo debía estar al borde. No sabía muy bien qué hacer.Conseguí introducir un dedo por la vagina acentuando así la sensación deliciosa. Ella me apretó con más fuerza y cerró los ojos. Empecé a mover el dedo acompasadamente, y ella siguió mi ritmo en la polla. Ahora dudaba nuevamente. No sabía si debía arrojar la sábana al suelo, echarme encima de ella y clavarle la polla, o mantenerme en el terreno de la doble paja. Una vez más el cobarde venció en mi y pospuse mentalmente para el día siguiente el paso a la siguiente fase. Además, ahora estaba seguro de que sería ella misma la que, como hoy, me lo indicaría. Me concentré en su coño. Ella había abierto los ojos y me miraba con lo que me pareció cierta timidez. Esbozó una sonrisa. Le dije: “Me está gustando mucho”. “A mi también”, contestó. Bajé la voz: “Lo vamos a hacer muchas veces, ¿verdad?” Esta vez se limitó a sonreír. En ese momento me juré que mañana intentaría follarla. No solo por el placer que me prometía, sino porque se lo merecía.Tenía que darle todo el placer de que fuera capaz. De pronto sentí que el dulcísimo placer que me recorría no era algo perverso, pecaminoso, ni nada parecido, sino una manifestación sobrenatural ...