Una madre deseada
Fecha: 11/11/2017,
Categorías:
Fetichismo
Sexo con Maduras
Tabú
Autor: whotan, Fuente: xHamster
... de lo más sublime. Con esa sensación de bondad empecé a notar la proximidad de la corrida. “Me parece que ya viene.” “Espera un poco”, me dijo, y sin detenerse intentó sacar un pañuelo de debajo de la almohada con la otra mano, pero en aquel momento se produjo la explosión y los churretazos esta vez aterrizaron en su cuello, pecho, y camisón. En ese momento noté en el dedo que le trabajaba la vagina lo que debía ser un orgasmo simétrico. “Perdona, no me he podido contener.” “No importa, Nacho. Pero ahora déjame un poco que necesito descansar.” Le di un beso en la mejilla, uno de los besos más filiales y más expresivos que le había dado nunca, le dije “Gracias”, y salí de su habitación. Desde la puerta me volví y la vi sonrojarse.Por la noche en mi cuarto me atormentaba la duda. ¿Presentarme o no en el cuarto de mi madre? Por una parte, sentía unas ganas enormes de volver a sentir la delicia de sus dedos, de tocarla, de correrme con ella, pero ahora en medio de la voluptuosidad sin prisas de la noche. Pero por otra parte debía descartar la tentación por el peligro de ser descubiertos, o al menos porque Paquita lo temiera: las chicas dormían cerca y podrían oír algo.En medio de mis cavilaciones me empecé a dar cuenta de que en el fondo lo que me detenía no era el peligro de ser descubiertos. El riesgo era mínimo, y el deseo era mucho más fuerte. Lo que me paralizaba era el miedo a enfrentarme con el cumplimiento de mi promesa, el paso a la acción, el intento de follármela. ...
... Pero lo más sorprendente era que lo que temía no era en realidad el rechazo de Paquita o que con mi atrevimiento hiciera peligrar tan placentera situación. Lo que me atemorizaba en el fondo era que ella me dejara que se la metiera. Me daba cuenta de que lo que me hacía dudar era la fuerza del tabú del i****to. Por eso en realidad estaba intentando elevar la presión en la caldera del deseo para que cuando llegara el momento de montarme a mi madre, los temores -¡sobre todo los míos!- se desvanecieran ante la energía incontenible de esa caldera cuyo manómetro avanzaba cada día. O en todo caso no quería enfrentarme con esa eventualidad.En los días anteriores había pasado los momentos más deliciosos de mi vida, pero no sabía cómo reaccionaría ante el cuerpo de mi madre expuesto para que se la clavara. Peor aún no sabía qué iba a ser de mi mismo después de follarme a mi propia madre, qué iba a pasar con todo el cariño que en medio de todas las peripecias sexuales seguía sintiendo por ella, quizás un cariño aun mayor que antes. Además, por lejano que estuviera mi padre, en todo el asunto gravitaba el temor ante su figura. Lo que habíamos hecho era grave, pero follar podría ser terrible. Decidí esperar hasta la próxima siesta, que desdichadamente sería la última antes del fin de semana y el probable regreso del padre para la mañana del domingo.Aquel viernes se presentaba como la última sesión antes de un período seguramente largo de abstinencia, sin la ilusión que en los últimos días me ...