Heil mama (Cap. 4)
Fecha: 23/08/2019,
Categorías:
Incesto
Sexo en Grupo
Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos
... conociesen de toda la vida, como si fuese una chica de nuestra edad y no una divorciada de 34 años. Incluso Fonso, que era el más introvertido de los cuatro. Merche se trincó el cubata en unos cuantos tragos y Chechu, nuestro barman particular, le preparó otro antes de que lo pidiese. Nosotros también bebíamos, por supuesto. Y por supuesto, mis amigos miraban a mi tía como un perro hambriento mira un chuletón de buey. Román se arrimaba cada vez más a ella y de cuando en cuando le decía algo al oído. Al cabo de un rato la conversación decayó un poco. En un momento en el que todos estábamos en silencio Román me miró fijamente, muy serio. Yo sabía perfectamente lo que significaba esa mirada: me estaba pidiendo permiso. Puede que él fuese el líder, pero ella era la hermana de mi madre, e incluso nosotros teníamos un primitivo código moral. Yo asentí, dándole vía libre, y al instante pasó a la acción. Pasó uno de sus musculosos brazos sobre el cuerpo de Merche para inclinarse sobre ella con más comodidad, comenzó a besarle el cuello, cerca de la oreja, y le acarició el muslo. Mi tía enderezó la espalda, sus ojos chispeantes se abrieron mucho bajo sus cejas levantadas y miró al exterior, al oscuro parque, a través de la puerta abierta de la furgona. Por un momento pensé que iba a levantarse y saltar fuera, pero nada más lejos. —Nenes, cerrad esa puerta, que nos puede ver alguien —dijo. Fonso cerró la puerta corrediza y hasta echó el seguro, por si alguien intentaba abrir desde ...
... fuera. Román metió la lengua en la boca de mi tía, quien le agarró de la nuca y le correspondió, respirando muy fuerte por la nariz. Después de un largo e intenso morreo, le metió la mano entre los muslos para que se abriese de piernas, cosa que ella hizo, con las piernas dobladas y plantando los tacones en el suelo de la furgoneta. Chechu y Fonso, que estaban frente a ellos y tenían el mejor ángulo, soltaron una exclamación al ver la entrepierna de mi tía. Me incliné para echar un vistazo y vi que no llevaba bragas. O se las había quitado en algún momento de la noche y las llevaba en el bolso o la muy zorra había salido en plan comando. Tenía el chocho depilado, salvo por un triángulo de vello rizado en el pubis, triángulo que no tardaron en sobar los dedos de Román, que bajaron hasta los labios y hurgaron en la estrecha raja. Ella suspiró, con los ojos entrecerrados, se quitó el ancho cinturón y lo lanzó fuera del colchón. Yo estaba disfrutando como un enano, sonriente y empalmado. Después de haber fantaseado tanto con ella, me moría de ganas por verla follar en vivo y en directo, aunque fuese con otro. Me sentía un poco como esos tíos a quienes les gusta ver cómo otros se cepillan a su mujer delante de sus narices. De haber sabido lo que iba a pasar esa noche, habría conseguido una cámara de vídeo para grabarlo todo. Las estrellas del show seguían a lo suyo. Mi tía se había quitado la blusa y el sujetador. Puede que las tetas grandes den más juego, pero las pequeñas también ...