La reeducación de Areana (11)
Fecha: 28/08/2019,
Categorías:
Dominación
Lesbianas
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... atención, perras. Ahora se vuelven a su casa, pero quedan a a mi entera disposición y bajo mi autoridad durante las veinticuatro horas de los siete días de la semana. Las quiero con los celulares encendidos incluso cuando estén durmiendo. Responden a mis órdenes y a las órdenes de Elena, que es mi mano derecha. ¿Está claro hasta acá? -Sí, señora Amalia… -respondieron madre e hija. -Bien, sigo entonces. Cada vez que necesiten o quieran salir deberán pedirme permiso, salvo cuando vos, putita, tengas que volver al colegio. Ésa será la única salida para la cual no necesitarás mi permiso, pero a la vuelta de la escuela me llamás y me avisás que volviste a tu casa. ¿Entendido? -Sí, señora… -Muy bien, tomen conciencia las dos de que son perras de mi propiedad y que carecen por completo de voluntad propia, que yo gobierno sus mentes, sus cuerpos, sus vidas y que no pueden hacer nada, absolutamente nada que no les sea ordenado o permitido, y cada vez que salgan, vayan adonde vayan, deberán llevar con ustedes el collar y las credenciales de sumisas, y vos, nena, también el contrato. Por último, cuando yo las convoque vienen y no habrá excusa que valga. ¿Está claro, perras? -Sí, señora Amalia… -respondieron ambas sumisas estremecidas por el aire de inapelable autoridad que emanaba de esa mujer. En ese momento la dómina tomó el bolso, lo puso ante ambas sumisas y les dijo: -Ahí están sus cuencos y sus collares. En su casa van a andar siempre desnudas, con los collares puestos y en ...
... cuatro patas, salvo cuando necesiten estar de pie para hacer alguna tarea que lo requiera. Ahora pueden irse. -Sí, señora Amalia. – dijo la sumisita tomando el bolso. -Elena, vos andá con ellas hasta dejarlas en la casa pero antes pasen por el local de Marta para que le plastifique a la perra Eva su credencial y ya sabés lo del juego de llaves. -Entendido. –dijo Elena y se llevó a ambas sumisas. En la calle abordaron un taxi y se acomodaron en el asiento trasero, Elena entre ambas perras, a las que de inmediato comenzó a toquetear para asombro del chofer, que las miraba a través del espejo retrovisor. Elena, divertida y excitada a la vez, acentuó los magreos y sus manos recorrieron las tetas y los muslos de Eva y de Areana, ambas coloradísimas de vergüenza pero incapaces de protestar y mucho menos de resistirse a los avances de Elena. Por fin llegaron al local de Marta, que las recibió exultante: -¡Ay, pero qué gusto volver a verte, pichona!. –dijo yendo al encuentro de Areana y saludándola con un beso en la boca. -Bueno, Marta, bueno, tranquila que ya la va a tener. Ahora escuche a esta otra. –dijo Elena refiriéndose a Eva, que permanecía con la cabeza gacha y mirando al piso. -¿Quién es? –pregunto Marta. -Es Eva, la madre de Areana, sumisa también y también propiedad de Amalia. -Ah, pero qué bien… -dijo la librera. -Madre e hija son perras. -Así es, –confirmó Elena. -y la perra Eva le va a contar qué necesita. ¡Vamos, hablá! Eva sacó entonces de su cartera la hoja donde estaba ...