Mamitas necesitadas
Fecha: 18/11/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... manos. Hasta que ella le pidió que se lo escupa, y acto seguido se le sentó para sentir el rigor de la cabecita de su pene en el inicio de su agujero. Luisina me vio lamiendo su bombacha, y le saqué la lengua por la parte donde iría su piernita apenas me puso cara de asco. Vino a mi lado y me pidió que le acaricie los pechitos, justo cuando Flavia daba el primer alarido de dolor, gracias a los primeros empujones serios de Lucas en su culito. ¡¿Qué hacés oliendo mi bombacha asquerosita?, mejor comeme la boca, y tocame la chuchi!, dijo Luisina con los pezones cada vez más erectos entre mis dedos. ¡Mejor vamos a buscar a Tomi, y que Luquitas le rompa bien el culo a esta turrita!, le dije mordiendo mis impulsos por obedecerle. No sabía qué me pasaba, pero algo me inducía a querer lamerle la conchita a mi hermana. Me levanté de un salto, me vestí, agarré a Luisina de un brazo mientras ella peleaba para taparse las lolas con su camisita y salimos. Entramos a la pieza de mi madre, donde se suponía que debería estar el niño. Le dije a Luisina que me espere, que yo iba a buscarlo al patio. Seguro estaba en los brazos de su abuela. Y en efecto, allí estaba. No pude llevármelo sin antes explicar que me sentía mejor, que Luisina necesitaba un analgésico para el dolor de cabeza, y que volveríamos a la fiesta en cuanto Tomi se duerma. Regresé a la pieza con mi hermana, y nos reímos cuando le conté que de pasadas por el cuarto de doña Lita llegué a escuchar los pedidos de Flavia. ¡culeame ...
... más fuerte hijo de puta, dame pija, rompeme el orto! Ni bien el bebé se le prendió de la teta derecha, ella se recostó sobre unos almohadones con los pies en el suelo. Apenas terminó de pronunciar utilizando casi los mismos ecos sonoros de una cálida brisa: ¡Che Patito, tenés idea de dónde carajo pude haber dejado la bombacha?! Yo no lo toleré un segundo más. Le abrí las piernas, oculté mi cabeza bajo su faldita luchando con sus inútiles intentos por sacarme de allí, le lamí y besé los contornos de sus ingles y muslos fascinantes, la oí reír cuando resoplé sobre los caminitos de saliva que se fundían en su piel, y le lamí la vulva mientras sacaba lentamente su bombacha de entre mi corpiño y mis pechos para mostrársela como en un truco de magia. Le pregunté si la quería. Ella solo pudo articular: ¡Somos hermanas conchudita, qué te pasa enfermita, estás re zarpada! Lo demás eran gemiditos apenas audibles que iban intensificando luces y sombras en mis sentidos. Presionaba mi cabeza para que mi lengua al fin se pierda en los túneles de su vagina de pocos vellos, para que mi olfato victoree en cada célula de mi organismo por su aroma febril, y para que mis dedos jueguen con su botoncito explosivo y distribuyan sus jugos de felina por toda mi cara. Encima el bebé le sorbía un pezón, y ese sonidito me encendía aún más. Estoy segura de que fue ni bien la escuché ronronear: ¡chupame bien las tetas guachito, y vos sacame la calentura nena!, que comencé a acelerar las frotadas de mis ...