1. El niñero: en la cabaña


    Fecha: 23/11/2017, Categorías: Gays Autor: angelmatsson, Fuente: SexoSinTabues

    ... acerqué dispuesto a engullir ese trozo de carne. Mis labios hicieron contacto con su piel, y bajo su atento escrutinio, comencé a abrir la boca para luego hacer desaparecer la cabeza de su pene. Un largo y profundo gemido salió de su garganta. Su miembro palpito nervioso contra mi paladar. Succioné con fuerza, y rápidamente el sabor salado inundó mis papilas gustativas. Acompañé las succiones con un poco de masajes manuales, bajando a jugar con sus testículos y con el comienzo de su ano. Tracé círculos en esa delicada y rugosa superficie. Tocar sus pliegues y sentir su calor, me transportaron al borde de la lujuria. No pude aguantar las ganas, y tuve que descender entre besos y lametones, hasta llegar a ese virginal lugar. Con mi lengua toqué su ano tímidamente, disfrutando su sabor y notando su contracción. Con un gemido receptivo de James, le devoré su pequeño agujero. Sus piernas se abrían y cerraban inquietas; su abdomen subía y bajaba; y su pene goteaba extasiado. Una vez bien humedecido su ano, comencé a hurgar con mis dedos. Mi dedo medio apuntó amenazadoramente, miré al sexi pelirrojo, y empecé a enterrar mi falange. Disfruté de las contorsiones de su rostro cuando iba invadiendo su cuerpo. El calor y la estrechez de su interior, invitaba a que lo penetrara cuanto antes. Jugué con mi dedo sin perder el contacto visual. Y, así mismo, comencé a introducir un segundo dedo. Un débil gemido escapó de su boca, pero, cuando se mordió su labio inferior, me impulsó a ...
    ... seguir. Giraba mis dedos en su canal rectal, y acariciaba con suavidad sus paredes anales. Su pene lanzaba cada vez más ese líquido sabroso, y supe que tenía que acelerar el proceso. Saqué mis dedos, e introduje mi lengua en su reemplazo. El sabor salado de su interior provocó que mi boca salivara de manera salvaje. Luego, volví al ataque con un tercer dedo. La entrada fue complicada, pero logré hundirlos hasta los nudillos. Una vez dentro, abrí, giré y froté mis dedos en su cueva. Al cabo de unos minutos, su ano boqueaba con un húmedo color rojizo. Me incorporé y, tomando sus piernas por las rodillas, las acerqué a su pecho. Todo su redondo culo quedó expuesto y receptivo. Bajé mi pantalón y ropa interior, y comencé a trazar círculos con mi verga. Su ano palpitaba nervioso, como si estuviera dándole tiernos besos a mi pene. Cuando hice presión, sus muslos se tensaron. Acaricié sus piernas y abdomen para intentar relajarlo. Con mucho esfuerzo, y después de un litro de saliva, logré introducir mi glande. El calor embriagador me invadió al instante. Una mueca de dolor se formó en su rostro. Sin introducir más mi miembro, me dejé caer sobre su cuerpo. Besé sus labios y le susurré al oído. Su expresión cambió y su ano se relajó. Tomé su mandíbula y lo obligué a que me mirara a los ojos. Quería ver cómo se derretía cuando lo penetrara por completo. Lentamente fui enterrando mi mástil, y lentamente vi cómo su expresión se transformaba. Me hizo caso y no apartó su mirada. Nuestras ...
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