Madres sacrificadas 3: Yemina se enfrenta a un monstruo para salvar a su hija
Fecha: 27/11/2017,
Categorías:
No Consentido
Fantasías Eróticas
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... espaldas y la madera crujió al recibir su cuerpo; su madre logró caer de pie nuevamente, pero perdió el equilibrio y todo el peso del cuerpo cayó sobre su brazo roto. Pensaba que ya no podía sufrir más, pero aquel dolor agudo casi le hace perder la razón, sin embargo debía mantenerse en pie por su hija. Vio a su niña: estaba desmayada, cubierta de la blancura del monstruo, pero un movimiento casi imperceptible del pecho le indicaba que aun respiraba. El homúnculo estaba atacado por su perversa risa. Yemina pensó que era el momento indicado para escapar, pero entonces escuchó incontables pasos que resonaban en el pasillo de su casa, e iban en dirección a su cuarto. Tres homúnculos ingresaron al cuarto. Eran más repulsivos que el que las había violado: uno tenía una barriga ridículamente voluminosa, a otro le salían brazos extras de la espalda, y el tercero tenía un rostro parecido a un sapo. Pensó que lo que sufrieron no sería nada en comparación a lo que le harían aquellos tres. Miró a su hija que estaba volviendo en sí. Si le estrello la cabeza contra el piso, le haría un favor, pensó Yemina, pero no pudo hacerlo. Pero entonces ...
... sucedió algo raro. Los monstruos comenzaron a discutir en su lenguaje primitivo. Parecían enojados. El de la cabeza grande, aquel que había descubierto la sexualidad, no estaba dispuesto a entregar a sus presas, ni permitiría que las maten, ya que estaba consciente del inmenso placer que eran capaces de brindar. Los otros tres monstruos se enfurecieron cuando descubrieron que la virgen ya no era tal, y entonces comenzó una lucha sangrienta. Yemina aprovechó que por un momento no le prestaban atención, soportó el dolor del brazo y ayudó a su hija a levantarse, salieron por la ventana. Los golpes retumbaban en la casa, hacían temblar las paredes, y pedazos de escombros caían al piso. Ambas mujeres se perdieron en la oscuridad de la noche, dejando atrás la aldea destruida, y repleta de cadáveres. Cortaron camino por el bosque y luego se internaron en el camino que las llevaría al pueblo más cercano. Pudieron sanar. O al menos sus cuerpos sanaron. Siete meses después parieron a sus hijos. Las dos criaturas nacieron una misma tarde bajo el agradable frescor del otoño. Por suerte no eran homúnculos… Aunque tampoco eran del todo humanos. Fin.