1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 10/12/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... irritado por la fricción. Mi mano fue directa hacia mi polla. No me sorprendió encontrarla totalmente erecta. Totalmente dispuesta. Totalmente lista. El agua caliente caía sobre el interior de la mampara y me obligaba a pasar la mano por el cristal con frecuencia para seguir viéndola. Sandra se llevaba los dedos a la boca y a su entrepierna alternativamente. Regaba con saliva su vulva y, a cambio, ésta iba adquiriendo un color más encendido. Yo me masturbaba sin poder contenerme ni pensar en otra cosa más que en hundir mi sexo en el de mi hermana. Mi excitación crecía tanto como menguaba mi reticencia a tener sexo con Sandra. Me imaginaba abriendo la puerta y tumbándola sobre el suelo del cuarto de baño, rudamente. La alzaría las piernas y enterraría mi cara en su sexo. Bebería su esencia, mi boca escanciaría saliva sobre su raja y mi lengua tomaría el relevo de sus dedos. Sandra evitaba penetrarse. Sus dedos trazaban estelas húmedas por su sexo hinchado. Su clítoris asomaba entre restregones. Era del tamaño de un perdigón, de un rosa brillante, anegado de fluidos viscosos. Su lengua salía de entre sus labios y rebañaba las comisuras. Sonreía encantada de sentirse observada por mí. Se le notaba en su mirada empañada por el cristal y el deseo. Jadeaba, respiraba furiosamente. Palmeaba su sexo, chasqueando su carne ensalivada. Gemí sin poder aguantarme cuando el semen impactó sobre el cristal. Los chorretones espesos cayeron a distintas alturas en el cristal, mezclándose con ...
    ... el agua mientras el cerco iba desapareciendo y el cuerpo de mi hermana se desdibujaba. Su orgasmo llegó poco después. Gimió lastimosamente. Inspiró con fuerza y gimió de nuevo, como si la faltase el aliento. Sandra jadeó y luego, al final dejó escapar un largo suspiro. Pero su imagen, para entonces, ya había desaparecido. El vaho cubría todo el cristal y solo pude oírla. Mientras luchaba por tenerme en pie, con mis piernas trémulas, el vaho me impidió ver el milagro. Me hubiera encantado ver su cara. Apoyar mi mejilla en la suya y sentir su boca muy cerca de mí. Cuando salí de la ducha poco después ya no estaba. Ya tenía mi miembro duro de nuevo, preparado para la acometida. Estaba decidido a no dejarla escapar. No después de descubrir que mi hermana poseía un cuerpo tan bello como pecaminoso. Unido a un espíritu tan travieso como audaz. Quizá fuese mejor así. Si la hubiera tenido a mano, Dios sabe que no habría tenido ningún remordimiento. La razón no existía en mi mente. Mi cabeza estaba repleta de deseo. De urgencia. De pura pasión. Si hubiera sabido qué pasaría después, la habría buscado, desnudo y empalmado, por la casa adelante con un solo propósito. Pero la calma siguió a la tormenta. Me afeité y luego me vestí. Gracias La dije cuando la encontré en la cocina, desayunando. De nada. Habrás limpiado bien el cristal, ¿no? Porque ahora me ducho yo. ¿Y tú la tapa del inodoro? Ambos sonreímos. Ambos disfrutamos. Ambos nos excitamos. Ambos nos masturbamos. Me pareció algo tan ...
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