1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 10/12/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... genial que recuerdo que pensé que ojalá viviésemos ella y yo juntos. Recuerdo perfectamente que, desde aquel día, pensé que me gustaría que Sandra fuese mi novia además de mi hermana. Ya no la veía como mi hermana. Era una guapa muchacha por la que estaban surgiendo sentimientos muy profundos. Era como si mi novia se hubiese mudado a mi casa pero debido a la presencia de mis padres y, sobretodo, por los sentimientos fraternales que aún se interponían entre nosotros, no pudiésemos expresar todo lo que sentíamos. Era una situación compleja. Yo la quería. Como hermana y como mujer. Uno de mis brazos la quería estrechar. El otro la separaba de mí. Y ambos poseían fuerzas que crecían o mermaban de forma caprichosa. Cada día era distinto. Cada vez que la veía cuando me levantaba por las mañanas, despeinada y con su pijama arrugado, hubiera dado una parte de mi cuerpo por haber podido dormir abrazado a su cintura. Pero la convivencia, los pequeños detalles, todos juntos se encargaban de recordarme que compartíamos mismo apellido, parecida cara, similares defectos. Y, sin embargo, era angustioso dormir solo. Hubo muchas noches que su recuerdo no me dejó dormir. Me revolvía en la cama pensando en ella. Aún creía oler el aroma de su pelo, oír su risa, sentir sus manos, saborear su saliva. Me imaginaba saliendo a hurtadillas de mi habitación y entrando en la suya. Escabulléndome dentro de sus sábanas. Envolverme en el calor acumulado en ellas. Deslizar una mano dentro de su pijama y ...
    ... palpar su suave piel. Temblar de emoción al abrazar su cuerpo caliente. Ahuecar mis piernas entre las suyas. Juntar mi sexo junto al suyo, aunque entre medias hubiesen pijamas, bragas y calzoncillos. La Sandra que ahora tenía ante mi, recogida sobre el asiento del automóvil, con las piernas encogidas, abrazándose a sí misma, era un eco de aquellos tiempos. Sus ojos, húmedos y brillantes, despedían fulgores provocados por las lágrimas contenidas en sus párpados. ¿Y tus hijos? —murmuré. Qué pasa con mis hijos? —contestó tras unos segundos, desviando ligeramente la mirada hacia la luna delantera del coche, donde el tráfico de la autovía se alejaba. Los quieres. Más que a nadie. Más que a ti. Más que a Mateo. Son la expresión del amor por tu marido. Claro que no. Pareces tonto Soltó una carcajada y buscó su bolso en el asiento trasero. Extrajo un paquete de cigarrillos y se encendió uno. Iba a decirla que odiaba el olor del tabaco, que jamás la habría imaginado fumando. Pero, cuando me ofreció uno, tras descubrirme con la mirada fija en su cigarrillo encendido, lo cogí. Había dejado de fumar hacía varios años. De vez en cuando, cuando las situaciones me superaban, recaía. Esta parecía una de esas veces. He tenido dos crisis en mi matrimonio. La primera hace siete años, cuando descubrí que Mateo se tiraba a la vecina. Nueve meses más tarde nació José. La segunda, hace cinco años, cuando Mateo me confesó que era gay. Me costó reprimir una sonrisa. Sandra me miró de reojo y agitó la ...
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