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El reencuentro tórrido con Agica
Fecha: 10/12/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... embargo, mi pie derecho se negaba a posarse sobre el pedal del acelerador. Bajé la vista hacia mi muslo. Mi pierna derecha temblaba. El pie parecía enraizarse más y más en la moqueta del suelo a cada segundo que pasaba. Sandra vio que algo raro sucedía. ¿Te pasa algo, Daniel? ¿Por qué no tiras? ¿Conduzco yo? Una de sus manos se posó sobre una de las mías en el volante. Cerré los ojos. Sus dedos transmitían calidez. Calma. Consuelo. Su contacto me recordó a esa tarde en la que desperté tendido en el suelo del salón, con la cabeza a punto de estallar. Ella a mi lado, arrodillada, tomando mi mano entre las suyas mientras lloraba preocupada por si no despertaba. Tiene gracia. Al final sí que iba a resultar que iba a quedar tendido ahí, en el suelo, en coma. Para despertar diez años después y reencontrarla. Sandra estaba ahí. La Sandra de hacía tantos años. Estaba ahora, aquí. Conmigo. El recuerdo de su preocupación me aturdió de lo fuerte que me golpeó. Apagué el motor y descansé la nuca en el asiento. Daniel, ¿qué coño te pasa? Me estás asustando. Dime que ocurre. No lo sabía. No tenía ni puñetera idea de qué me ocurría. ¿Acaso me había vuelto loco? Mi memoria voló hasta aquella noche. La noche en la que nos acostamos. Fue algo casual. Entré en su habitación. Hacía muchas noches que me torturaba despierto en la cama pensando en ella. Estaba a oscuras. La oía respirar débilmente. Sandra —murmuré acercándome a su cama. Hola —me saludó en voz baja. Llegué a su cama y me senté en ...
... el borde. ¿No duermes? No tengo sueño. Yo tampoco —dije—. Pensaba en ti. Se quedó en silencio unos segundos. ¿Quieres dormir conmigo? Sí. Me metí dentro de las sábanas, a su lado. En el interior, el calor de su cuerpo había creado una ambiente enrarecido. Me coloqué a su espalda, pegado a ella, abrazándola por la cintura. Tal y como siempre me había imaginado. Llevó su mano sobre la mía y la calidez de sus dedos entrelazados con los míos me produjeron una calma extraordinaria. No has venido solo para dormir conmigo —afirmó más que preguntó mi hermana. ¿Y si así es? Pues que menuda decepción. Deslicé la mano por debajo de su pijama hasta abrazar uno de sus pechos. Sandra ronroneó cuando acaricié el botón. La areola se contrajo y se arrugó. El pezón se volvió duro. Noté como su mano se deslizaba entre nosotros. En busca de mi sexo. Lo palpó por encima del pijama. Notó su dureza. Sus dedos recorrieron todo el talle para terminar empuñándolo. ¿Me vas a meter todo esto? ¿No es mucho? No. claro que no Susurré mientras escondía mi cara en su pelo. Besé su cuello y su oreja. Sandra continuó sus caricias sobre mi miembro mientras yo lo hacía sobre sus pechos. Nuestros cuerpos se movían como culebras sinuosas. Su trasero presionaba sobre mi vientre. Mis piernas se entrecruzaban con las suyas. Llegó un momento en que la excitación subió tan alto que se volvió hacia mí en la cama. Nos besamos con pasión, conteniendo el aliento, tomando aire durante unos pocos segundos antes de explorar ...