1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 10/12/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... nuestras bocas. La bajé los pantalones del pijama y las bragas. Ella hizo lo mismo con mi ropa. Recuerdo perfectamente esa sensación fantástica cuando nuestros sexos se juntaron. Nunca había pensado que la vulva de mi hermana despidiese un calor tan alto. Al acariciar su sexo con los dedos, me encontré una viscosa humedad. No puedo explicar qué me impulsó a hacerlo. Fue simplemente como acercar dos imanes de polos opuestos. Mi pene entró en su vagina. NI siquiera fui consciente en realidad de que había penetrado a mi hermana hasta que la oí gemir. Después noté el ardor en el pene. Su interior parecía un horno. Un horno rugoso y suave, muy suave. Húmedo. Vibrante. Sandra me abrazó mientras se colocaba debajo de mí. Apretó mis nalgas con las manos para hundir la verga en su interior. Resopló gustosa. Inicié un baile suave. Intercalábamos muchos besos durante el baile. Sus manos apretaban mi culo y llevaban la batuta. Marcaban el ritmo y la presión. Algunos de sus besos se convirtieron en mordiscos. No sentía dolor. Antes bien, eran como un acicate que me impulsaba a continuar. Quizá fuesen cinco minutos. Quizá más. No me acuerdo cuánto tiempo bailamos. Pero llegó un momento en que sus uñas se clavaban en mi culo dirigiendo un ritmo frenético. La sensación del orgasmo inminente surgió en mi vientre. Eran tan imperiosa, tan jodidamente genial que no pude ni quise detenerme. Me vacié en su interior. Tras eso, quedé exhausto. Sabía que tenía que volver a mi habitación. Pero el ...
    ... cuello y los hombros me dolían de los mordiscos de Sandra. Y las piernas y el culo no me respondían. Estaba bañado en sudor. Solo quería cerrar los ojos, abrazar a mi hermana y dormir junto a ella. Cuando colocó sus manos bajo mi cuello y acercó mi cabeza a la suya en la almohada, nuestro destino quedó sellado. Me dormí de inmediato. A la mañana siguiente, el grito de mi madre al descubrirnos, iniciaría el principio del final. Un final que, por lo visto, no era tal. Respiré profundamente. Sin mirar, palpando con la mano, encontré el botón del elevalunas de mi puerta. Bajé la ventanilla. Necesitaba respirar aire, aunque fuese el aire viciado del tráfico que teníamos al lado. Giré la cabeza. Aún no lo sé, Sandra. No sé qué me pasa. El cuerpo no me responde. Quiero poner el coche en marcha y conducir hasta el aeropuerto. Quiero volar lejos de aquí. Pero algo me lo impide. No sé qué es. Igual que aquella noche. Cuando me dormí abrazado a ti. Abrí los ojos, giré la cabeza y la miré. Estaba cansado. Me sentía cansado. El cuello me latía en el cerco donde la corbata casi me ahoga. Las mejillas me ardían donde me había golpeado. La lengua me palpitaba allí donde me había mordido. Sandra tenía de nuevo los ojos brillantes. Luceros fulgurantes. Una luz endiabladamente brillante que me impedía apartar la mirada. Sus ojos me tenían hechizado. Joder Murmuré mientras tomaba una de sus mejillas entre mis manos. Varias lágrimas humedecieron su piel. Mi pulgar acarició la comisura de sus labios ...