1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 10/12/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... a llorar. Ocultó su cara con las manos. Quise alejarme. Pero sus gemidos eran como cadenas que me impedían moverme. Lo siento. Eso iba a decir yo. Pero esas palabras, surgidas de su boca, mientras las lágrimas caían de su mentón, me descolocaron. ¿Te he hecho daño? No te ha gustado —dijo en voz baja. No podía creerme lo que estaba sucediendo. Era mi hermana, por Dios bendito. Yo te quiero. Lo siento, Daniel, pero te quiero. Perdona si te he hecho sentir violento. No...no es eso, Sandra. Es que... ¿Y si hacemos el amor? Soy virgen. ¿Me querrás si hacemos el amor? Retrocedí asustado; aquello no podía estar sucediendo. Pero, al dar un paso atrás, tropecé con una mesilla baja situada enfrente del sofá. Caí al suelo. Oí un estruendo. Me golpearía la cabeza porque lo siguiente que recuerdo es estar tendido en el suelo. A mi lado, besando mi mano, Sandra lloraba sin consuelo. He llamado a papá y mamá. Están ya de vuelta. Dijeron que llamase a Emergencias. La cabeza me dolía tanto que parecía estar a punto de abrírseme. Me palpé el lugar del foco del dolor y encontré un abultado chichón. Me duele, joder. Me duele mucho. Creí que estabas en coma. No digas gilipolleces. No fueron palabras acertadas porque Sandra rompió a llorar aún más. Lo siento, perdóname. Gracias por cuidar de mi. No sabría qué sería de mí sin ti, mi amor. Sus palabras me recordaron el motivo de mi caída. Ni una palabra a papá y mamá. ¿Y qué les decimos? No sé. No puedo pensar con este dolor. Yo miento por ti con ...
    ... una condición. Sin besos, Sandra. Negó con la cabeza. Que te ayude a estudiar. La sirena de la ambulancia se oyó de improviso. Casi no quedaba tiempo. También papá y mamá llegarían de un momento a otro. Vale, vale. Lo que tú quieras. Prométemelo. Llamaron al telefonillo del portal, pero Sandra no soltó mi mano. No se alejaría de mí hasta obtener una respuesta. Vale, vale. Prometido. Gracias —dijo besándome en la frente y los labios. Por alucinante que pareciera, me alegré de contar con ese beso sobre mis labios. En aquel momento significaba que no estaba solo. Que alguien velaba por mi seguridad. Alguien me quería y no dejaría que nada malo me sucediese. Tras unos escáneres y una noche de observación fui dado de alta al día siguiente. Una simple contusión. Sandra explicó que había tropezado con una silla al ir a por un vaso de agua. Y para llegar a la cocina tengo que atravesar el salón. Por eso aparecí allí. Cumplí con mi palabra. Me dediqué, durante los nueve días que quedaban, a estudiar a saco. Papá y mamá incluso nos animaron porque veían que, al menos, con Sandra no despegaba los codos de la mesa. Pero aquellos nueve días también sirvieron para ahondar en unos sentimientos nunca antes sospechados. Sandra era dulce y atenta. Paciente pero firme. Yo me desanimaba cuando al día siguiente no recordaba nada de lo estudiado el anterior. Aprendí cómo hacer repasos programados. Reglas memotécnicas. Era una tarea entretenida y, a veces, hasta divertida. También, aquellos nueve ...
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