1. ¡Mi hermana, mi mujer, ufff!


    Fecha: 10/09/2017, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... más me duele.- Comenzó a llorar, como hacía de niña, sin escándalo, sus lágrimas traspasaban el suave tejido de mi camisa y humedecían mi pecho. Ana, nena, no llores, yo he sido también un estúpido debería haber estado más cerca de ti. Haberme preocupado más por lo que te pasaba. Viniste en el momento indicado cuando me estaba derrumbando. ¡Si no hubieras venido a protegerme cuando aquello!... Te ocupaste de todo; si no hubieras estado conmigo, yo no sé... Ana se calló, su pecho se agitaba levemente, una nueva remesa de lágrimas bajó por mi estómago. Vamos, nena, no llores, sabes que nunca he soportado verte llorar, ni cuando era un niño. Ana se separó mirándome con sus ojos enrojecidos. Y de eso me he servido siempre. Se agachó rápidamente agarrando una pequeña manzana podrida del suelo. No lo dudé ni un momento. Los recuerdos se hacían demasiado nítidos. Me volví en un momento y salí corriendo colina abajo como si hubiera visto a una manada de búfalos. Un objeto silbó a medio metro de mi cabeza. No volví la vista atrás pero podía escuchar claramente las pisadas de mi hermana corriendo detrás de mí. Llegamos una hora antes de la comida. Había decidido hacer un plato de pasta pero se me ocurrió que podría utilizar algunas de las manzanas que habíamos traído para confeccionar un pastel. Mi madre lo hacía a menudo para a provechar la fruta de la finca y el olor de aquel dulce se confundía con mis recuerdos de niñez. Las mujeres se quedaron en el patio tomando el sol y ...
    ... charlando, y mi hija y mi sobrino, el hijo mayor de Ana, se empeñaron en ayudarme cuando supieron que iba a hacer una tarta de manzana. Los niños me estorbaron más que otra cosa, pero era divertido verles pugnar por ayudarme, por echar la dosis de azúcar que les había indicado o por cortar en pequeñas rodajas las manzanas que yo previamente les había pelado. Eso me permitió dedicarme a cocer la pasta y preparar el aliño. Cuando llegó la hora de comer dejamos que la tarta se cociese en el horno y preparamos la mesa. Gloria como siempre no tenía demasiado apetito pero Ana estaba hambrienta Estaba totalmente recuperada de lo de por la mañana o al menos eso parecía y se la veía alegre y sonriente. Gloria la miraba divertida y de vez en cuando comía del plato de ella en lugar de suyo, en el que apenas se había servido nada. Compartían también medio vaso de un vino que mi madre había sacado de la bodega aquella misma mañana. Se las veía tan unidas como las recordaba de niñas. La sobremesa fue breve, las palabras se iban haciendo tan pesadas y lentas como el aire, un nuevo día cálido igual al anterior y probablemente al siguiente hasta que las tormentas de Agosto liberaran de su pesadez a la atmósfera del valle. Ana subió a acostar a los niños. A los diez minutos Gloria, que estaba sentada en mi regazo, siguió el camino de mi hermana después de despedirse de mí con una caricia en el pelo. Mi madre y yo comenzamos a charlar. Estaba contenta, como siempre que estábamos en el pueblo; parecía ...
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